Ambiente

19/11/2023

La ola de calor extremo en Brasil

Ciudades como Río de Janeiro y San Pablo con térmicas récords de 58 y 63° C, respectivamente.

Río de Janeiro

Recientemente en Prensa Obrera, una nota señalaba que el 2023 es el año más caluroso de la historia a nivel planetario. El calentamiento global sigue haciendo su trabajo de zapa y la República Federativa del Brasil no escapa a esta regla. Muy por el contrario, el país carioca es un epicentro que está a merced de las volatilidades y eventos extremos que trae aparejado el cambio climático. Por estos días, numerosos municipios y Estados están azotados por una brutal ola de calor que registra temperaturas que oscilan entre los 50 y 60 grados. Lo cual pone en serio riesgo su salud y la vida de la población.

Para graficar la gravedad de la situación, podemos mencionar algunos ejemplos. En Río de Janeiro, en la primera jornada (viernes 17) de los recitales de la famosa cantante Taylor Swift (de gira por Sudamérica) una fan murió en la previa de la apertura. Y en el desarrollo del recital, por momentos, debieron interrumpirlo porque los fans pedían a gritos la asistencia de agua para mitigar el calor agobiante. En la segunda jornada que debía realizarse este sábado 18, las autoridades de Río decidieron suspenderlo porque la ciudad “registró una sensación térmica de 59,7 ° C” (Clarín, 18/11). Este contexto, dependiendo como sigan las temperaturas, pondría en dudas el partido que jugarán las selecciones de Brasil y Argentina en el estadio Maracaná el próximo martes 21, por la sexta fecha de las eliminatorias hacia al Mundial de fútbol 2026. De mantenerse el calor extremo, lo más sensato sería que el clásico sudamericano se reprograme para más adelante.

Otro caso trágico fue la muerte por asfixia de un nene de 6 años en San Pablo afectado por el encierro y calor al olvidárselo en un micro escolar de regreso a su casa

Y aún no es verano…

Brasil se encuentra en alerta roja por las altas temperaturas alcanzadas en esta semana de noviembre. Que, marcan al menos cinco grados Celsius más que el promedio histórico para la época del año. En más de 43 ciudades se registraron temperaturas superiores a los 40 grados. Este clima afecta a 116 millones de personas en 2.707 ciudades, según datos del Instituto Nacional de Meteorología.

La mayoría de los estados brasileños enfrenta un gran peligro a causa del calor. El organismo mencionado anteriormente emitió una alerta para el centrooeste, el sureste y partes del norte del país, advirtiendo de “una alta probabilidad de daños graves y accidentes, con riesgos para la integridad física o incluso la vida humana” (La Nación, 15/1).

Las causas profundas

El fenómeno natural del Niño es una corriente que eleva la temperatura en el Océano Pacífico y que favorece la evaporación, generando enormes efectos en varias regiones del planeta Tierra. Pero este año, la temperatura del océano aumentó con extrema rapidez, en un par de meses. En Brasil, históricamente El Niño ha causado sequías en el norte y lluvias intensas en el sur. Sin embargo, este año los efectos del fenómeno climático han sido especialmente dramáticos.

Además, está retroalimentado con una crisis hídrica en la región del Amazonas, una “herramienta natural” para amortiguar los periodos de sequía. Sin embargo, la constante deforestación de la selva, ejercida por el capital agroganadero y minero con la venia de los gobiernos, hace que la zona vaya en la tendencia a una desertificación; haciendo más vulnerable, al resto del Brasil (y el Cono Sur) de las inclemencias climáticas. En la selva amazónica, la sequía ha sido tan grave que las comunidades que dependen de los cursos de agua desecados se han quedado sin suministro de combustible, alimentos o agua filtrada. Y en el Estado de Río Grande do Sul, en el sur de Brasil, las devastadoras inundaciones han causado decenas de muertos.

Para peor, en medio del fuerte calor, los incendios forestales están ardiendo ampliamente en el bioma del Pantanal, el mayor humedal tropical del mundo, que se extiende por parte de los Estados de Mato Grosso y Mato Grosso do Sul. Según un laboratorio especializado de la Universidad Federal de Río de Janeiro, los incendios han arrasado unas 947.000 hectáreas (unas 3.600 millas cuadradas).

Las urbes también contribuyen con su cuota para alimentar las altas temperaturas; los desarrollos edilicios de lujo del capital inmobiliario como reserva de valor al servicio de la especulación, sin contemplar una planificación armónica con espacios verdes, expulsando a miles de familias a los márgenes (Favelas). Estas moles de cemento son verdaderas fuentes de acumulación de calor que hacen insoportable la vida cotidiana. Los brasileños recurrieron a ventiladores, aires acondicionados y deshumidificadores para intentar refrescarse. Las compañías eléctricas informaron de una demanda récord de energía y se registraron apagones en varias ciudades.

Una salida

En conclusión, como dato clave las olas de calor se han vuelto siete veces más frecuentes en las últimas siete décadas, de acuerdo al Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales. La actual es la octava que azota al Brasil este año.

Urge la necesidad de reorganizar un movimiento de lucha socioambiental junto a los trabajadores y pueblos originarios, con gran tradición en Brasil. Un frente único y con independencia política, fuera de las ataduras de los partidos patronales y que enfrente con fuerzas en las ciudades y el ámbito rural a los gobiernos responsables de la depredación ambiental y de atropellos a nuestros derechos y conquistas sociales, sean estos derechistas como el de Jair Bolsonaro o los “nacionales y populares” de Lula Da Silva.

https://prensaobrera.com/ambiente/los-desastres-ambientales-recientes-y-la-accion-depredadora-del-capital