Aniversarios
7/6/2007|995
Las huelgas y los comités de fábrica
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En este contexto, la normalización de la actividad productiva en las fábricas y lugares de trabajo parecía, para la sociedad toda, una exigencia del propio proceso de la revolución. “Durante las primeras semanas, los industriales, atemorizados por los truenos de la revolución, que retumbaban entre la bacanal de los beneficios de la guerra, hicieron concesiones a los obreros y accedieron, incluso con reservas, a conceder la jornada de ocho horas” 3 . En la primera revolución rusa, en 1905, la “huelga” patronal (lock-out) había sido un instrumento de la contrarrevolución. Trotsky recuerda el asunto porque la burguesía volvió a considerar la cuestión de cerrar las fábricas en 1917, en la misma medida en que comenzaba a crecer en los medios obreros la inquietud y la desconfianza en el Gobierno Provisional. “Los industriales no habían olvidado la experiencia de la revolución de 1905, en la que un lock-out, diestramente organizado con el apoyo activo del gobierno, no solamente hizo fracasar la campaña de los obreros por la jornada de ocho horas, sino que prestó un inapreciable servicio a la monarquía, coadyuvando al aplastamiento de la revolución” 4 . Los capitalistas, sin embargo, consideraban inviable repetir en el ’17 la experiencia de doce años atrás, porque, a diferencia de entonces, podía atizar la revolución. Ya no estaban los gendarmes del zar para imponer el orden. En realidad, desecharon una acción única en este sentido pero aconsejaron una suerte de paralización progresiva para fomentar la desestabilización general y preparar las condiciones de un contragolpe: “al mismo tiempo que rechazaban el reto del lock-out, ...recomendaban a sus afiliados que fuesen cerrando las fábricas una tras otra buscando pretextos adecuados” 5 .
Fue la desorganización y descomposición del proceso económico lo que replanteó la acción directa y la organización de los obreros en los lugares de trabajo. Los patrones justificaban la clausura de las plantas por la falta de combustible, de materias primas, de repuestos, de créditos. Entonces, los “comités de fábrica intervenían en el asunto y, en muchos casos, demostraban de un modo irrefutable que la producción se desorganizaba deliberadamente con el designio de presionar a los obreros a conseguir una ayuda financiera del Estado” 6 . El panorama de conjunto, iba más allá del “lock-out” paulatino. Todo el metabolismo económico estaba al borde de la quiebra. Faltaban insumos, las fábricas tenían que abastecer al Ejército desquiciando la provisión de mercancías en las ciudades, los desplazamientos de técnicos y obreros por las exigencias de la guerra eran cosa de todos de los días, el combustible no alcanzaba, faltaban elementos... subían los precios.
El control de los lugares de trabajo
En esta nueva situación, y casi naturalmente, las huelgas comienzan a extenderse y cobran una carácter virulento entre los sectores más atrasados y explotados. A largo del mes de junio abandonan el trabajo, unos detrás de otros, las lavanderas, los tintoreros, los toneleros, los dependientes de comercio, los obreros de la construcción, los pintores, los peones, los zapateros, los obreros del cartón, los tocineros, los ebanistas; “por el contrario, los metalúrgicos tienden más bien a contener el movimiento (porque) los obreros avanzados empezaban a ver, cada vez más claramente, que en las condiciones creadas por la guerra, el desbarajuste económico y la inflación, con las huelgas económicas parciales no se conseguiría ninguna mejora sensible, que era necesario remover los cimientos mismos”. En definitiva, “el lock-out patronal no sólo hacía que los obreros percibieran mejor la necesidad de implantar el control de la industria, sino que les sugería la conveniencia de que el Estado tomase en sus manos las fábricas. La cosa parecía tanto más lógica cuanto que la mayoría de las fábricas particulares trabajaban para la guerra, colaborando con fábricas idénticas pertenecientes al Estado”. 7
El control de los lugares de trabajo se convirtió en una cuestión vital. Ya no se trataba de tal o cual reivindicación sino del comando del proceso de producción. Como resultado de la propia experiencia y frente al hecho de que la burguesía actuaba como factor de desorganización de la economía, surgía el planteo a favor de un proceso de conjunto centralizado de todo el mecanismo productivo, lo que sólo era posible llevando al propio Estado a los obreros y explotados. Incluso bajo la dirección de los conciliadores, el propio Soviet se vio obligado a votar una resolución que indicaba que “llegó el momento en muchas ramas de la industria —trigo, carne, sal, pieles— de que se implante el monopolio comercial del Estado; en otras (carbón, petróleo, metal, azúcar, papel) las condiciones aconsejan la constitución de trusts reglamentados por el Estado y finalmente, en casi toda las ramas de la industria las condiciones imperantes exigen que el Estado intervenga y reglamente la distribución de las materias primas y de los productos elaborados, ...la fijación de precios, ...la fiscalización de los mecanismos de crédito” (citado por Trotsky).
Mientras los conciliadores pretendían salvar la alianza con la burguesía mediante una intervención desde arriba, con el propósito de evitar la caotización de la vida social, la propia burguesía de carne y hueso comprendió que el programa planteado por sus aliados era una especie de puente de plata para los bolcheviques, que metódica y sistemáticamente explicaban que no podía haber otra manera de controlar y administrar el marasmo reinante que no fuera bajo el control obrero, una salida que conducía al propio gobierno a los trabajadores.
La cuestión de quién mandaba en las fábricas y centros de producción se transformaba, por lo tanto, en un problema de poder. Siempre ha sido así... siempre será así en el contexto de todo crisis vertebral de la sociedad capitalista.
Crecen los bolcheviques
Mientras el protagonismo de los trabajadores se intensificaba contra el rol desorganizador de los capitalistas, crecía el... bolchevismo. El relato de Trotsky sobre este punto es absolutamente esclarecedor y puede reproducirse en su integridad:
“El incremento que tomaban las huelgas y la lucha de clases en general robustecía casi automáticamente la autoridad de los bolcheviques. En todos aquellos casos en que se planteaban intereses vitales para los obreros, éstos se convencían de que los bolcheviques no abrigaban segundas intenciones, de que no ocultaban nada y de que se podía confiar en ellos. Cuando estallaba algún conflicto, todos los obreros sin partido, los socialrrevolucionarios y los mencheviques, se iban con ellos. Así se explica que los comités de fábrica que batallaban contra el sabotaje ejercido por la administración y por los patronos, se pusieran al lado de los bolcheviques mucho antes que el Soviet. En la reunión celebrada a principios de junio por los comités de fábrica de Petrogrado y sus alrededores, la proposición bolchevista obtuvo 335 votos sobre 421 votantes. Y, sin embargo, era un hecho revelador, pues demostraba que, en las cuestiones fundamentales de la vida económica, el proletariado de Petrogrado, que aún no había roto con los conciliadores, se había pasado de un modo efectivo al campo bolchevique.
“En la asamblea sindical celebrada en junio pudo comprobarse que en Petrogrado había más de cincuenta sindicatos y que sus afiliados no bajaban de doscientos cincuenta mil. El sindicato metalúrgico contaba con cerca de cien mil obreros. En el transcurso del mes de mayo, el número de obreros sindicalizados se dobló. La influencia de los bolcheviques en los sindicatos crecía aún más rápidamente.
“En todas la elecciones parciales a los Soviets triunfaban los bolcheviques. El 1° de junio había ya en el Soviet de Moscú doscientos seis bolcheviques por ciento setenta y dos mencheviques y ciento diez socialrrevolucionarios. Idénticos cambios se producían en las provincias, aunque con mayor lentitud. Los efectivos del partido crecían sin cesar. A finales de abril, la organización de Petrogrado contaba con cerca de quince mil miembros; a finales de junio, el número de afiliados era ya de treinta y dos mil.
“En la sección obrera del Soviet de Petrogrado tenían ya, por aquel entonces, mayoría los bolcheviques. Pero en las asambleas mixtas de ambas secciones la mayoría aplastante correspondía a los delegados soldados. Pravda no se cansaba de pedir elecciones generales. ‘Los quinientos mil obreros de Petrogrado tienen en el Soviet cuatro veces menos delegados que los ciento cincuenta mil soldados de la guarnición’.” 8
Huelgas, comités de fábrica, crecimiento de los bolcheviques... el segundo acto de la revolución se pone en marcha. Lo pondrán en evidencia nuevos acontecimientos en junio, cuando se reúna el II Congreso de los Soviets de cara a una nueva situación. Será el tema a tratar en las próximas entregas.
1. Ziva Galili en The Menshevik Ledaers in the Russian Revolution....
2. Ver “Las Jornadas de Abril” en Prensa Obrera N° 989.
3. Trotsky en Historia de la Revolución Rusa.
4, 5, 6, 7 y 8. Idem nota 3.