Aniversarios
2/3/1995|439
Primer proceso de Moscú

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El 15 de enero de 1931, hace sesenta años, son llevados ante un tribunal militar de la Corte Suprema de la URSS, Zinóviev, Kamenev y otros diecisiete acusados, todos ellos viejos miembros del partido bolchevique, habitués de las cárceles zaristas en el período previo a la revolución del 17, protagonistas de la guerra civil contra los “ejércitos blancos” de la burguesía rusa contra el Estado Obrero, dirigentes de primera línea del partido y de los consejos obreros surgidos en Leningrado (actual San Petersburgo). Se inician así, con lo que se llamó a la luz del horror posterior el “pequeño proceso" Zinoviev-Kamenev, los “procesos de Moscú”, el exterminio planificado y sistemático de la vanguardia obrera rusa a manos de la burocracia staliniana. La cantidad de militantes hundidos en los campos de concentración o ejecutados jamás fue revelada oficialmente y hasta el día de hoy es un “secreto de estado” guardado por los restauracionistas en el poder. Las “decenas de miles” de ejecuciones reconocidas por Kruschev en el XX Congreso del PCUS (luego de la muerte de Stalin), pasaron a ser “centenares de miles” en congresos posteriores y tres millones según otros testimonios. Este gigantesco baño de sangre, comparable al del nazismo, va a incluir el asesinato de León Trotsky en 1940. A esa altura, salvo Stalin y Tomsky (suicidado), la totalidad de integrantes del buró político del partido bolchevique en tiempos de Lenin ha sido ejecutado, la misma suerte ha corrido el 85% del comité central y el 80% de los cuadros dirigentes del Ejército Rojo.
En 1935, el proceso de degeneración del Estado Obrero está instalado, a partir del fracaso de la revolución internacional, del papel de la burocracia como enterradora de la revolución y el agotamiento, desmoralización y amputación de la clase obrera rusa, después de años de sacrificios. El Estado “soviético” poseía, en 1928, dos millones dé burócratas, un número equivalente al de los obreros, y con diferencias salariales y de prebendas en su favor de características impresionantes. Pero mientras más brutal es la situación de contraste entre la Revolución de Octubre y la dictadura totalitaria de la burocracia, más brutal es la coerción y la confiscación de obreros y campesinos, más brutal es el terror, la mentira, la represión y el odio mortal a toda oposición de parte de la nueva capa social privilegiada. En 1935, estas tendencias van a abrir una crisis política en el régimen burocrático y dar paso a una de las más gigantescas caza de brujas del siglo.
El asesinato de Kirov
El “pequeño proceso” Zinoviev-Kamenev se desencadena a partir del asesinato de Sergio Kirov, miembro prominente del partido y de la burocracia, a manos de un supuesto terrorista. La burocracia presenta al victimario como relacionado con miembros del grupo Zinoviev-Kamenev y con un “cónsul” vinculado a León Trotsky. Este va a denunciar de inmediato que la GPU —“policía política” de la burocracia— conocía el acto terrorista que se estaba preparando y lo dejó correr, mientras armaba un conjunto de “pruebas” para atribuirlo a sus cuestionado-res, en particular a la Oposición de Izquierda. Esto se va a confirmar con creces: Kruschev, en su informe secreto al XX Congreso, va a reconocer el “dejar hacer” de la GPU frente al atentado, la muerte “misteriosa” de Borisov, encargado de la seguridad de Kirov, al ser trasladado para un interrogatorio, y el fusilamiento de funcionarios “para disipar las pistas que pudieran conducir a los organizadores del asesinato de Kirov”, haciendo entender que la maquinación fue montada por Stalin (Le Monde, 15/1).
Zinoviev-Kamenev estuvieron a la- cabeza de la facción que inauguró la lucha contra el internacionalismo revolucionario (“trotskis-mo”) en las filas del partido bolchevique, confluyó con Stalin en el impulso a la burocratización del Estado Obrero, chocó temporalmente contra la propia burocracia que contribuyó a poner en pie, aliándose entonces con la Oposición de Izquierda, y terminó capitulando ante Stalin espantada por la lucha contra la usurpación de la burocracia. “Pero (ésta) —dice Trotsky— no los está juzgando por sus crímenes contra la revolución y el proletariado sino... porque tiene que convertir a sus depuestos jefes en víctimas propiciatorias de sus fracasos” (Escritos, 1934-35).
La conspiración de la burocracia tiene un primer objetivo, cohesionar sus propias filas sobre la base de una ola de terror sobre el partido y las masas, estableciendo una conexión entre el asesinato y toda la oposición y toda crítica en general, pasada, presente o futura. Los “procesos” se lanzan en un momento de aguda crisis política de la burocracia y generalizado descontento de las masas. En el XVII Congreso del PCUS (1934), "292 delegados osan votar contra Stalin, electo para el CC en última posición', queriéndolo sustituir por el luego asesinado Kirov, según el informe de Kruschev” (Le Monde, ídem). La descomposición burocrática sé da en un cuadro de brutal diferenciación salarial, reclamos acuciantes de las masas y una situación pavorosa en el campo, luego de la "colectivización” a sangre y fuego del campesinado (centenares de miles de muertos). Según los archivos del partido de Smolensk: “las reuniones registran la creciente oposición de los obreros ordinarios a los stajanovistas, no sólo éstos son en su opinión unos privilegiados, sino que además sus récords representan una verdadera amenaza, pues sirven para aumentar los mínimos y los criterios de productividad sin aumentar los salarios” (recogido por Broué, en "El Partido Bolchevique”, pág. 472). Este autor sostiene que en 1935-36 “existía el peligro real de una coincidencia entre una vanguardia obrera que trataba de encontrarse a si misma y las ideas de la oposición”, y esto forzó el ataque brutal de la burocracia. Para Trotsky: “la insatisfacción entre los trabajadores indudablemente ha crecido, también hay un crecimiento en la simpatía hacia la Oposición de Izquierda. Pero la sospecha y el temor ante la burocracia han crecido aún más. La burocracia, para su agudo vuelco a la derecha, requiere una masiva amputación de la izquierda” (Escritos, 162).
A partir del asesinato de Kirov se descarga un ataque represivo monstruoso sobre las masas. En forma sucesiva, entre otras medidas carcelarias, se dispone la supresión de todo recurso o petición de indulto, la ejecución inmediata de las sentencias de muerte, el castigo con cinco años de cárcel a quien posea un cuchillo, penas de derecho común, incluida la pena de muerte, a los niños de 12 años.
El 17 de febrero se lanza una nueva depuración en regla dentro del partido, dirigida a detectar trotskistas y cualquier opositor. El 7 de marzo se ordena retirar de todas las bibliotecas públicas los libros de Trotsky, Zinóviev y Kamenev, luego se amplia la lista de proscriptos.
La burocracia “amputó a la Izquierda” para ir “agudamente a la derecha” —la URSS acababa de entrar a la Liga de las Naciones, una versión disminuida de las Naciones Unidas luego de la primera guerra mundial.
Trotsky advirtió, además otro aspecto: “utilizando al grupo zinovievista como señuelo, Stalin quiere descargar un golpe sobre el trotskismo. Y cueste lo que cueste, él debe pegar ese golpe” porque “el crecimiento mundial de un genuino leninismo es mortal para el stalinismo” (y es allí), “en la esfera del movimiento internacional de la clase obrera, donde (la burocracia) no tiene un solo rasgo de dualidad... juega un rol desorganizador, desmoralizador y fatal del principio al fin”.
El primer proceso de Moscú, hace sesenta años, como los que le siguieron —23 al 29 de enero del 37, 2 al 13 de mayo del 38—, fueron fraudulentos desde el principio al fin y sus acusados sufrieron en carne propia los métodos de la Inquisición o de los nazis. “¿Cómo es posible que un hombre confíese crímenes que no ha cometido?”, se preguntó Kruschev, en el XX Congreso, “sólo de una forma, por la aplicación de torturas... Algunos de ellos... Incluso cuando se les eximía de las acusaciones de espionaje, insistían en la validez de sus anteriores confesiones porque pensaban que era preferible ratificar sus falsas declaraciones para acabar cuanto antes con las torturas...”.
Todos los regímenes “democráticos” apoyaron o mantuvieron un silencio cómplice frente a los “procesos de Moscú”.Formó parte del acuerdo contrarrevolucionario entre el imperialismo y el Kremlin, que hoy se continúa con la política de silencio y salvataje de la burocracia asesina frente a los centenares de miles o millones de torturados, ejecutados o condenados a muerte lenta en los campos de concentración.
“La revolución abriré todos los escondrijos y armarios secretos, revisará todas las imposturas - dirá Trotsky a raíz de los procesos—... rehabilitaré a todos los calumniados... Stalin desaparecerá de la escena bajo el peso de crímenes como sepulturero de la revolución, como la más siniestra figura de la Historia” ("Los crímenes de Stalin")