Cultura

3/12/2025

La reforma laboral y los trabajadores de la cultura

¿En qué nos afecta la “modernización” que plantea Milei?

Teatro independiente.

El gobierno nacional y todo el aparato mediático de La Libertad Avanza se encuentran en una campaña sistemática a favor de una Reforma Laboral, con el argumento de que su implementación podría mejorar las condiciones para invertir y generar un “clima de negocios” en el país. La oposición patronal, entre el apoyo explícito o moderado y el silencio vergonzante, se encuentra en la misma línea de conducta política.

Los principales puntos que maneja el gobierno son la eliminación de los convenios colectivos, el blanqueo de condiciones precarias a favor de los grandes empresarios capitalistas, la extensión de la jornada laboral, el salario por productividad, la fragmentación de las vacaciones, la generalización de los contratos que hoy tiene la “economía de plataformas” y el ataque al derecho de huelga. También el gobierno prepara un golpe a los monotributistas, sobre quienes tiene planes de pasarlos a la categoría de autónomos, lo que implicaría una erogación mayor en su ya de por sí contradictorio “pagar por trabajar”.

Un argumento que hace circular al mainstream libertario es que la reforma ya se encuentra realizada “de hecho”. Es decir que ya las condiciones de flexibilidad laboral están presentes por la propia dinámica de la vida cotidiana (capitalista) y que un cambio de este tipo o solo ordenaría la cuestión o no afectaría en absoluto esta realidad. La precarización laboral es innegable, no obstante, la Reforma Laboral implica un salto de calidad en el deterioro de las condiciones de vida de los trabajadores. 

Los artistas y trabajadores de la cultura entramos mayoritariamente en el sector no registrado del mercado laboral (un 49% del total, según Indec). Analizar nuestras condiciones y el impacto de las medidas de Milei resulta relevante: no para una descripción negativa, sino más bien como un diagnóstico para la acción.

El trabajo en la cultura y la cultura del trabajo

El nivel de precariedad de los trabajadores de la cultura es elocuente. Lo que se ha denominado “trabajo informal” es simplemente trabajo precarizado, la mayoría de las veces sin contrato, sin derechos sociales y previsionales (cobertura por ART, obra social y jubilación). Según un informe reciente, el 80% gana por debajo de 4 Salarios Mínimos Vitales y Móviles (SMVM) y el 75% no conoce la normativa laboral vigente para su área artística (RGC Ediciones, 2024). Esto quiere decir que cuatro de cada cinco trabajadores tiene ingresos por debajo de la línea de pobreza.

Algunos datos realmente certifican cómo el régimen actual no solamente somete a los artistas al pluriempleo, sino que los separa de su rol de trabajadores: solamente el 30% se dedica al arte exclusivamente, el 57% lo complementa con tareas de docencia y las ocupaciones artísticas en sí mismas aportan cerca del 10% de los ingresos del conjunto de sus trabajadorxs (RGC Ediciones, 2024). Las raquíticas condiciones para hacer arte, colocándolo a este último casi en un rol de hobby, extirpan cada vez más a la clase trabajadora la posibilidad de incursionar en él.

Si bien no escapa a una coyuntura de ajuste terrible sobre la clase obrera, el estado de situación requiere una examinación un poco más profunda. El campo entró a la pandemia con un 50% de trabajo precario solo en el sector privado (SINCA, Coyuntura Cultural N° 28, marzo 2020), mientras que en el Estado la cifra era aún mayor. Cualquier “salida”  resultó absolutamente insuficiente: un IFE que solo se repartió tres veces, algo que contrastó con el beneficio del ATP para las principales empresas de cultura. El broche de oro de la etapa lo constituyó el ajuste del gobierno de Fernández-Massa, que terminó con una inflación superior al 200%.

A su vez, el gobierno anterior dio sobradas muestras de priorizar a los grandes popes culturales y de la comunicación, en detrimento de las condiciones de los trabajadores. Un ejemplo de eso es el plan “Contenidos Argentinos” (2021) que contó con una batería de incentivos impositivos que convirtieron al país casi en un paraíso fiscal para los oligopolios de la producción audiovisual, cristalizando el deterioro del salario en convenios que desprotegen al laburante y tiñendo la precarización con el rótulo (macrista-libertariano) de “innovación”.

Las políticas de Milei tuvieron a la cultura como un punto de ataque. Además del primer gran golpe al INCAA, los Decretos 345/2025 y 346/2025 implicaron recortes en todas las áreas, celebrados en las proto cadenas nacionales de Manuel Adorni y ejecutados por Leonardo Cifelli, con los cierres del Instituto Nacional del Teatro (INT) y del Instituto Nacional Sanmartiniano; la Comisión Nacional de Monumentos; la Comisión Nacional Protectora de Bibliotecas Populares y el Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Eva Perón. También fueron “fusionados” el Instituto Nacional Yrigoyeneano con el Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas y se llevó adelante la disolución del Instituto Nacional Browniano; del Instituto Nacional Newberiano; del Instituto Nacional Belgraniano y del Instituto Nacional Juan Domingo Perón de Estudios e Investigaciones Históricas, Sociales y Políticas. Se desarrolló, además, la descentralización y transformación del Museo Nacional de Bellas Artes; el Parque Tecnópolis del Bicentenario y el Palacio Libertad —Centro Cultural Domingo Faustino Sarmiento— (ex CCK) en unidades dependientes de la Secretaría de Cultura. En esa línea son innumerables las denuncias de la falta de líneas de apoyo, subsidios y sustentos para las producciones “independientes”.

Todo en el marco de una línea general. El avance de la privatización de la cultura, en manos de empresas como Netflix, Spotify y de las influencias de los mecenazgos que constituyen una privatización de facto del presupuesto, lo que ordena las producciones culturales más directamente al servicio del gran capital. Un proceso local y mundial. El resultado es el único que puede desprenderse de un análisis de clase: más explotación, menos trabajo, menos presupuesto estatal, menos ingresos para los productores de la cultura (los trabajadores) por cada entrada vendida, y un mayor nivel de concentración.

La “modernización” atrasa

La llamada “modernización laboral”, cuyo texto final aún desconocemos, refleja una orientación política de clase: sacar todos los derechos que les quedan a los trabajadores. Nadie que no esté en blanco o registrado pasará a estarlo porque otros retrocedan en derechos, más bien lo contrario: incluso si solo una parte los tiene, el resto de los trabajadores estamos en mejores condiciones para una pelea por ellos. Si todo eso no alcanzara, también podrían citarse que hay medidas concretas de la reforma laboral que pueden golpear a los trabajadores de la cultura directamente. Si hay menos derechos para la clase obrera, también los habrá para los no registrados de esa misma clase obrera: no es algo neutro.

El potencial ataque al monotributo para colocar al trabajador en el rótulo de “autónomo” sería un golpe significativo para los trabajadorxs de la cultura, la mayoría de los cuales se encuentra en esta condición. El “salario dinámico”, que se encuentra en todos los borradores de Reforma Laboral, podría llevar a la paga según ventas para los artistas, así como la extensión de la jornada laboral baja el pago por hora, también para quienes producen cultura, algo que “de facto” extenderá el pluriempleo. El ataque a los convenios colectivos existentes en cultura se hará sentir sin lugar a dudas (SADEM, Asociación Argentina de Actores, SADAIC, Danza, trabajadores del Estado, etcétera). A su vez, la “escala salarial” de los mismos, colocada como techo y no como piso, perderá poder adquisitivo. Es poco probable que declaren la cultura como “trabajo esencial”, pero el ataque al derecho de huelga y a nuestras herramientas gremiales impacta en todo sentido. Todo esto sin que se cree más empleo, como demostraron las reformas laborales de los 90 y la Ley Banelco del 2000, así como también la ley de “blanqueo” del 2004; perjudicando a los que tienen más derechos ya los que no tienen.

Además, si la gran mayoría de los recursos de vida de los artistas y los trabajadores de la cultura salen de otros trabajos, la Reforma Laboral afectará o influirá en esos otros trabajos. Las extensiones de las jornadas laborales y los magros salarios que impulsan estas reformas alejarán cada vez más a los trabajadores de las prácticas artísticas, tanto como creadores como espectadores, condenando al conjunto de la sociedad a un achatamiento cultural en beneficio de la concentración de la industria del entretenimiento, el juego, etc.

Pero, por sobre todas las cosas, esta Reforma es un mensaje político: un aleccionamiento, una imposición de clase, la misma que integran los grandes empresarios de la producción cultural y los impulsores del capital privado en los mecenazgos. Es, además, una pulseada contra el gobierno, su motosierra, y sus alineamientos internacionales, que hoy avalan directamente el gonocidio en Gaza y la intromisión militar en Venezuela. 

No es modernización, es atraso a las condiciones esclavistas de principios de siglo.

Cultura de lucha

El debate por esta reforma será, además, una pulseada contra el gobierno de Milei. Su derrota es la de él y su “batalla cultural” de imposición de significaciones y relatos protofascistas. Una pelea de todo el pueblo trabajador tiene que encontrarnos del lado correcto del mostrador, con solidaridad de clase. La línea de rechazo a esto, sin titubeos, es algo solamente defendida como espacio por los partidos del Frente de Izquierda-Unidad.

Es una pelea que tendrá del otro lado a la burocracia sindical de todo color, que sigue la línea de la CGT y de las CTA que indican que no se puede pelear contra Milei porque fue votado por la gente, como si la relación de fuerzas de este país respondiera simplemente a una urna. Hoy los sindicatos pertenecientes a cada rubro cultural (Asociación Argentina de Actores, SADAIC, SADEM, Unión de Escritores) se han llamado a silencio en términos generales, en la continuidad de una política que incluye, como ya ha sido dicho, a todo el arco patronal. 

Es en esa línea que el Frente de Artistas (junto a todas sus agrupaciones políticas, gremiales y estudiantiles) y el PO convocan el próximo jueves 11/12 a una asamblea de diferentes artistas, trabajadores de la cultura y de la intelectualidad a discutir cómo nos organizamos contra Milei y contra su reforma.

Una pelea de este estilo implica la defensa de un programa, de sus convenios colectivos, de la triplicación del presupuesto en cultura bajo control de sus trabajadores y artistas, de la apertura de todos los institutos cerrados o desfinanciados, de la defensa del trabajo de cada integrante de la clase. Pero todos esos elementos deben orientarse hacia el rechazo al gobierno.

No hay reivindicación aislada sin un grito de Fuera Milei. Nuestra cultura es la lucha.

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Un instrumento al servicio de la represión de los trabajadores y el cercenamiento de libertades democráticas. -
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