El secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, arribará a Brasil este martes 20 para reunirse con el mandatario de ese país, Lula da Silva, y participar del encuentro de cancilleres del G20 en Rio de Janeiro. Luego llegará a la Argentina, donde tendrá una cita con el presidente argentino Javier Milei.

Según un comunicado de la embajada estadounidense en la Argentina, el viaje tiene como propósito “comprometer a los líderes mundiales en nuestras iniciativas compartidas para aumentar la paz y la estabilidad, promover la inclusión social, reducir la desigualdad, acabar con el hambre, contrarrestar la crisis climática, promover la transición hacia una energía limpia y el desarrollo sostenible, y hacer más eficaz la gobernanza mundial”.

Es el lenguaje de la hipocresía: habla de “paz y estabilidad”, mientras la Casa Blanca apoya la operación genocida de Israel en la Franja de Gaza, que ya dejó casi 30 mil muertos. Habla de “inclusión social” y “reducir la desigualdad”, mientras el capitalismo que defiende ha llevado a extremos nunca vistos la concentración de la riqueza en un polo, y de la miseria social en el otro. Habla de “contrarrestar la crisis climática”, cuando Blinken viene a apuntalar políticamente a un negacionista del cambio climático como Milei.

En el caso del gobierno argentino, la reunión se inscribe en una política de alineamiento decidido con el imperialismo norteamericano y el sionismo. A lo largo de 2024, están pautados ejercicios conjuntos entre la Prefectura de Patricia Bullrich y la Guardia Costera yanqui; en abril visitará el país la funcionaria del Comando Sur, Laura Richardson; en noviembre Buenos Aires albergará una cumbre de Defensa promovida por la Casa Blanca; y en mayo llegará de visita el remodelado portaaviones George Washington, que opera en la estratégica zona del Pacífico. A esto se suma la gira de Milei por Israel y su promesa de trasladar la embajada argentina a Jerusalén.

La reunión Blinken-Milei incluirá, a pedido norteamericano, la cuestión de los “minerales críticos”. La ya mencionada Laura Richardson resaltó públicamente en enero de 2023 el interés yanqui por el litio sudamericano. El funcionario del gobierno de Joe Biden viene a afianzar las políticas de saqueo y de dominio, que tienen su expresión más sobresaliente en el acuerdo con el FMI, que estipula un ajuste criminal que dejó a los comedores populares sin alimentos y elevó la pobreza a más del 57% de los argentinos.

Otro de los objetos del viaje es “involucrar a los socios del G20 y otros actores clave en los esfuerzos internacionales para apoyar al pueblo haitiano”. En el mes de octubre, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas aprobó la formación de una nueva misión injerencista en el país caribeño, que estará liderada por mil policías de Kenia y contará con financiamiento estadounidense. Esa resolución se aprobó con 13 votos a favor (entre ellos Reino Unido, Francia, Japón, Ecuador y Brasil) y dos abstenciones (China y Rusia).

La misión keniata es una nueva tercerización de la ocupación haitiana por parte de Estados Unidos, como ya ocurrió a comienzos de siglo con la Minustah. Si, en aquel momento, Washington estaba demasiado comprometido en Afganistán e Irak para distraer esfuerzos en las Antillas, ahora lo está en Ucrania. La Casa Blanca valora en este punto el compromiso de Brasil, que encabezó la misión de 2004 y respalda la nueva operación en marcha. Según Infobae (16/2), Lula jugó un papel clave para evitar que Beijing y Moscú ejercieran, como miembros permanentes del Consejo, su poder de veto de la resolución votada el año pasado.

Así las cosas, el viaje de Blinken pretende afianzar los intereses imperialistas en la región y debe ser rechazado.

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