Brasil: así no se derrotará al golpismo

Hay que enfrentarlo con toda la fuerza de masas cuando este se plantea en forma abierta.

Domingo 8.

El asalto del domingo 8, de algunos miles de bolsonaristas, a la casa de gobierno (Planalto) y las sedes de los poderes legislativo y judicial, no fue un rayo en cielo sereno.

Integra un accionar que se desarrolla hace dos meses: desconocimiento por parte de Bolsonaro del triunfo electoral de Lula aduciendo fraude; acampe de centenares de bolsonaristas frente a los cuarteles de las Fuerzas Armadas en todo Brasil, pidiendo su intervención golpista; renuncia anticipada del alto mando militar al ascenso de Lula; tentativa de atentado con explosivos el día de asunción del nuevo gobierno, etc.

Pero Lula tuvo como orientación conciliar con la derecha y el alto mando militar. Nombró ministro de Defensa (a cargo de la relación con los militares) a José Múcio, que caracterizó a los acampes de fascistoides como “actos que forman parte de la democracia”. Reconoció la participación en los mismos de “amigos personales” y “familiares”.

El accionar fascista del 8 estuvo rigurosamente anunciado y preparado. La columna central salió directamente del acampe frente al cuartel del Ejército en Brasilia. Los “servicios” habían alertado de que pensaban producir “hechos violentos”.

La policía se “borró” dejando la “zona libre” al accionar de la patota fascista. La guardia militar del Planalto, subordinada al jefe del Ejército, no intervino durante el asalto de las bandas bolsonaristas.

El gobernador de Brasilia y su jefe de seguridad (exministro de Seguridad de Bolsonaro) no tomaron ninguna medida. Para hacer más evidente la complicidad y provocación, Anderson Torres, el jefe de seguridad, decidió irse de vacaciones ese mismo día a Estados Unidos.

La complicidad de las fuerzas represivas fue total. El alto mando militar no denunció la asonada fascistoide, conviviendo y confraternizando con los “acampantes” hasta último minuto.

Muchos de los fascistas que asaltaron la “Plaza de los tres poderes” iban confiados que eran la punta de lanza de algún tipo de pronunciamiento militar. Adriano Camargo Testoni, un mando militar en funciones en el Hospital Militar de Brasilia, que marchó el 8 al “asalto” del poder, se consideró traicionado por el alto mando y los puteó de arriba-abajo (mierdas, cobardes, etc.) públicamente. Veinticuatro horas después fue “exonerado” por el jefe de división, bajo cuyo mando estaba: no por golpista, sino por haber insultado a las Fuerzas Armadas. (¡Y también públicamente se arrepintió por haberlas basureado!).

Pusilánime reacción de Lula

Lula se cuidó de sancionar a los responsables golpistas, bajo el manto del respeto a las “instituciones” y la “constitución”. Fue destituido el ministro de Seguridad de Brasilia, Anderson Torres, que se encuentra en el exterior e intervenida su función. El gobernador bolsonarista de Brasilia, Ibaneis Rocha, que nombró a Torres, fue “suspendido” por 90 días, siendo reemplazado por la vicegobernadora, Celina Leão, del mismo palo derechista.

El juez Alexandre de Moraes, de la Corte Suprema ordenó levantar los “campamentos” bolsonaristas frente a los cuarteles y detener a quienes participaron en la asonada del 8. Unos 1.400 manifestantes fueron detenidos, de los cuales ya hay más de 500 liberados por “razones humanitarias”.

En una reunión con gobernadores, Lula se lamentó que ninguno de los generales reaccionara frente al asalto. Pero no ha tomado ninguna medida al respecto. Por el contrario, mantiene en su función al ministro de Defensa, José Múcio.

Lula se ha limitado a sacar pronunciamientos en favor de la “defensa de la democracia” con gobernadores, con presidentes de las cámaras parlamentarias, etc.

Todo el mundo empresarial y político (la gran mayoría de los titulares de los partidos bolsonaristas incluidos) se pronuncia “en defensa de la democracia”. Lula acaba de realizar una reunión plenaria con los líderes de las bancadas, incluidas las bolsonaristas, con este contenido.

En nuestro periódico, Prensa Obrera (29/9/22), señalábamos: “¿Se abre un frente de choque entre un eventual gobierno de Lula y las fuerzas armadas? ¿O Lula marchará a una conciliación con estas, institucionalizando su presencia en el gobierno? Su permanencia sería una quintacolumna bolsonarista, lista para intentar nuevos episodios golpistas en alianza con legisladores evangelistas y rurales”.

El conjunto de la “institución” militar está comprometida con Bolsonaro -8.000 de sus miembros han ocupado cargos en el aparato del Estado- y ve con aprehensión perder sus privilegios y/o ser inculpados. Han tratado de condicionar al “nuevo gobierno” con una “amnistía” sobre sus delitos. Y no perder su rol condicionante marcando la cancha con eventuales intervenciones.

Pero la acción del domingo ha sido un revés del golpismo militar-fascistoide. No han tomado nota del giro de la burguesía brasileña y mundial en favor de un gobierno frentepopulista que promueva la conciliación de clases.

Lula ha conseguido reforzar su posición, obteniendo el apoyo del gran capital, no solo nacional sino internacional. Las principales potencias, empezando por Estados Unidos, le han dado su respaldo. En medio de una Latinoamérica convulsionada, atravesada por severas crisis políticas y rebeliones populares, existe un temor fundado de que Brasil se incorpore a este torrente. El imperialismo apuesta sus fichas a la contención que pueda ejercer el PT en el poder, paralizando el accionar de las organizaciones obreras y sociales y actuando como dique de contención de las reivindicaciones populares, en primer lugar, la derogación de las reformas laboral y previsional impuestas por sus antecesores.

Pero también evidencia su debilidad al no derrotar la asonada buscando la movilización popular. Las centrales obreras (CUT, etc.) han hecho “mutis por el foro”, no convocando a la huelga general y la movilización política de las masas trabajadoras contra el golpe. Después del reflujo golpista del domingo 8 han “participado” (no movilizado) de las concentraciones de algunos miles en actos de repudio. La CUT se ha dedicado a glorificar al miembro del Supremo Tribunal Federal, Alexandre de Moraes, transformándolo en héroe democrático. Este acaba de determinar en esta mañana del miércoles (11), “la detención en flagrancia de quien pretenda bloquear y/u ocupar carreteras de todo el país; manifestaciones organizadas antidemocráticas; la identificación e incautación de los vehículos que participen en estos hechos”.

Este es un peligroso precedente contra la lucha obrera y popular. Es el sueño de los argentino-derechistas Patricia Bullrich y Milei para reprimir al movimiento piquetero y las movilizaciones de diferente tipo que apelan a la acción directa (ambientalistas, contra el “gatillo fácil”, etc.).

Con el verso de la democracia no se come…

Algunos adelantos de los planes a ejecutar por los nuevos ministros son pura cosmética. La ministra de la Mujer plantea defender los “derechos” al aborto -en caso de violación, etc., existentes desde 1943- respecto a las amenazas derechistas. Renunciando -como se comprometió Lula frente al evangelismo en la campaña electoral-, a luchar por el pleno derecho al aborto. Esto sirve de cortina de humo para disimular los compromisos con el establishment, empezando por el hecho que no se van a revisar avances clave en materia económica, social y política materializados bajo el bolsonarismo.

En nombre la “defensa de la democracia” se apunta a postergar los reclamos de las masas.

Sectores de la izquierda, como el PSOL, son más cínicos al respecto. El PSOL acaba de resolver una campaña nacional de “miles de firmas” por “Bolsonaro preso: sem anistia”, dirigida al gobierno que ellos integran.

No será ni por la intervención del juez Moraes (recordar el ensalzamiento del juez Moro en su campaña contra el lava jato, transformado en vanguardia del golpe contra la presidenta Dilma Rousseff, del PT), ni por la campaña de firmas del PSOL que se podrá detener un eventual golpe derechista. Sino por la intervención protagónica de las masas trabajadoras: por la huelga general y las manifestaciones políticas de masas. Para ello es necesario impulsar la lucha reivindicativa de las masas, para ponerlas en acción. Y, la ruptura de la parálisis colaboracionista de la CUT y las centrales de masas: independencia política y organizativa de las organizaciones obreras y de los explotados.

Al golpe hay que enfrentarlo con toda la fuerza de masas cuando este se plantea en forma abierta. Levantar la amenaza golpista frenando las luchas populares para “no hacerle el juego a la derecha” no solo que es antiobrero sino que alienta la eventual sedición derechista.