Default corporativos: la cifra más alta desde la crisis de 2008

El panorama económico en el inicio del 2024.

De conjunto, la economía mundial está entrando en recesión.

Financial Times (14/3) ha dado a conocer una noticia que ha pasado relativamente inadvertida: según S&P Global Ratings, en lo que va de 2024 han defaulteado su deuda más empresas que en cualquier otro comienzo de año desde la crisis financiera mundial. Según la calificadora, este año se han producido 29 incumplimientos corporativos en todo el mundo, la cifra más alta desde los 36 registrados en el mismo periodo de 2009.

Según uno de los analistas más renombrados, perteneciente al grupo de inversión Apollo: “Las tasas de incumplimiento están aumentando (…) porque las tasas de interés más altas continúan golpeando cada vez más fuerte a las empresas altamente apalancadas” (ídem).

Los ocho registrados en Europa desde enero duplican los de cualquier año desde 2008, y son más del doble de los registrados en el mismo periodo de 2023. Pero el grueso de la cesación de pagos proviene de empresas estadounidenses.

Entre las empresas que incurrieron en defaults en febrero figuran el operador estadounidense de transbordadores y cruceros Hornblower, y el grupo estadounidense de software GoTo. Uno de los sectores más sensibles ha sido el de sanidad, pues entró en vigencia a partir de 2022 una nueva normativa que limita la cantidad que los prestadores pueden cobrar por tratamientos que los pacientes no eligieron y para los que no están asegurados, lo cual terminó por hacer colapsar empresas que ya se hallaban en serios aprietos financieros; tres empresas sanitarias estadounidenses -Radiology Partners, Pluto Acquisition y Cano Health- incumplieron sus compromisos el mes pasado. Las empresas vinculadas al consumo son las más expuestas a la posibilidad de nuevos defaults en 2024, entre las que figuran químicas y otras corporaciones de salud

Uno de los datos que hacen ruido es que los activos que los acreedores tienen como garantía tienen un valor inferior a la deuda contraída. Esto vale para muchas deudas comerciales, en especial las inmobiliarias. Importa señalar que esa deuda comercial está concentrada en bancos comerciales regionales, con lo cual podríamos estar en vísperas de nuevos temblores financieros. La crisis bancaria que estalló en Estados Unidos con el Silicon Bank, el Signature Bank, el Silvergate Bank estaría lejos de cerrarse.

No debemos olvidar que el aumento de tasa de interés no sólo afecta a la deuda privada, sino a la propia deuda pública de Estados Unidos que asciende a la friolera de 26 billones y que ya es equivalente al PBI norteamericano. Los bonos del Tesoro han perdido su calificación de triple A y han empezado a poner en tela de juicio la solvencia financiera de Estados Unidos. Por supuesto, eso socava la primacía del dólar como medio de pago y reserva de valor internacional, que ya venían erosionándose por diversos factores pero que tiene como telón de fondo el declive de Estados Unidos como potencia hegemónica. En la actualidad el 80 por ciento de las transacciones internacionales se realiza en la divisa norteamericana, pero Estados Unidos representa apenas el 25% del PBI mundial, y esa disparidad sigue aumentando.

Estados Unidos

Estos elementos deben ser tomados en cuenta al hacer una previsión sobre la marcha de la economía mundial. Hay quienes plantean que la perspectiva de una nueva recesión mundial debía ser dejada de lado. El optimismo proviene del hecho que, contra los pronósticos agoreros que se auguraban una recesión para Estados Unidos, se ha evitado un aterrizaje incluso suave. El crecimiento económico se ha mantenido en 2023 casi como en 2022, y lo más importante es que la tasa de desocupación apenas llega al 4%, la más baja en los últimos 50 años. Pero los factores que permitieron establecer esas cifras tienen límites marcados.

Por el lado de la demanda, los ahorros que las familias estadounidenses pudieron acumular por la pandemia -recordemos que el paquete de estímulo llegó a ser casi del 15% del PBI, contra el 6% de los países europeos- ya se están agotando y han desaparecido los últimos subsidios que aún persistían favorables a la población más necesitada. El impacto del aumento de la tasa de interés no afecta a los tomadores de préstamos más viejos, pero sí a quienes contrajeron hipotecas nuevas o a la hora de refinanciar las deudas más antiguas.

El Estado norteamericano, pese a su política contractiva en materia monetaria, puso en marcha tres grandes paquetes de gasto aprobados por el Congreso (en infraestructura, tecnología limpia y semiconductores) que oficiaron como un incentivo para las empresas privadas y Estados locales a un mayor gasto, pero ese volumen del gasto choca cada vez más con mayores presiones para recortarlo ante el desmadre de la deuda pública. Por otra parte, Estados Unidos explotó la crisis de Ucrania para incentivar sus exportaciones de energía. El año pasado se convirtió en el mayor exportador mundial de gas licuado (GNL), lo que ha contribuido alrededor de 0,6 puntos porcentuales a la tasa de crecimiento de Estados Unidos el año pasado. Pero habrá que ver cuánto puede sostenerse en momentos que la recesión asoma en el escenario internacional.

Bomba de tiempo

Por lo pronto ha empezado a encender las alarmas el hecho de que la morosidad en tarjetas de crédito y préstamos para automóviles se disparó el año pasado, superando los niveles previos a la pandemia incluso antes de que ocurra un repunte en la tasa de desempleo. El default empresario al que hicimos referencia es otro aviso. El optimismo en el mundo de los negocios y financiero se abstrae del carácter explosivo del endeudamiento acumulado. Este espejismo es el que sigue alimentando el auge de la bolsa, que vienen superando sus máximos históricos, pero que no se compadece con los niveles de crecimiento y el desempeño de las empresas -que incluso en muchos casos son negativos. La expectativa puesta en la inteligencia artificial no guarda ninguna relación con la rentabilidad en este rubro que se pueda predecir. El boom actual se asemeja con el de las “punto.com” a principio del nuevo milenio, cuyo final ya conocemos. No es exagerado decir que la economía mundial es una bomba de tiempo. Un estallido de la burbuja, por la magnitud de los fondos involucrados, llevaría a una evaporación sin precedentes de capitales, lo cual precipitaría un colapso de la economía y una depresión mundial.

Los bancos centrales y en especial la Reserva Federal se orientan a reducir la tasa de interés para evitar este peligro. “Las tasas más altas son como termitas en la economía”, dice Mark Zandi de Moody’s Analytics, una empresa de investigación. “Cada día que pasa, excavan más profundamente en los cimientos y, en algún momento, un viento derribará el edificio”. La economía estadounidense pospandemia ha sido una maravilla, especialmente en comparación con otros países. Pero no será inmune a las altas tasas de interés para siempre (The Economist, 14/3)

Pero la tentativa por rescatar la amenaza que representa la deuda (pública, corporativa y de los consumidores) puede, contradictoriamente, activar la bomba. En primer lugar al reactivar las tendencias inflacionarias, y tanto o más grave que ello provocar un debilitamiento del dólar y una fuga a otros activos, como ya se verifica en el escenario actual (el incremento del precio el oro y del Bitcoin es un síntoma de este proceso); algo que, en caso de profundizarse, podría llevar a un descalabro del sistema financiero internacional y una fractura del comercio mundial. Esto está en la base de las vacilaciones de las autoridades monetarias yanquis sobre un recorte de la tasa de interés, que viene siendo pateada para adelante.

Además, el hecho que en Estados Unidos no se registre un parate de su economía no nos debe hacer perder de vista que, más de conjunto, la economía mundial está entrando en recesión. La economía alemana está “atrapada en una persistente ‘tormenta perfecta’ que amenaza al gobierno. Las nuevas previsiones económicas presentadas hoy confirman el estancamiento del país; fuertes tensiones en la coalición de Scholz” (La Nación, 21/3). Hay pocos indicios de recuperación y “la economía alemana estaría en recesión técnica”, definida como dos trimestres consecutivos de crecimiento negativo. El año pasado la economía alemana se contrajo un 0,3%, lo que la convierte en la de peores resultados de todas las grandes economías. La advertencia del Bundesbank se produjo después de que el ministro de Economía, Robert Habeck, declarara que el gobierno revisaba a la baja su ya baja estimación de crecimiento para 2024, del 1,3% a sólo el 0,2%, y para el año siguiente, del 1,5% al 1%. No está claro si se alcanzarán estas estimaciones.

El Reino Unido, a su vez, ha sufrido dos trimestres consecutivos de crecimiento negativo en la segunda mitad de 2023. Esta tendencia se vio subrayada por la decisión de la Comisión Europea de rebajar su pronóstico de crecimiento económico de la Unión Europea este año después de que 11 de los 27 países miembros se vieran afectados por una recesión en 2023.

Japón, a su turno, también ha entrado en recesión técnica después de que su crecimiento se contrajera un 0,3% en el cuarto trimestre tras una contracción del 3,4% en el tercero. El consumo privado retrocedió un 0,2%, ya que los hogares que se enfrentan al aumento del coste de la vida ajustaron sus presupuestos. El gasto de los hogares cayó un 2,5% en diciembre respecto al año anterior, lo que supone el décimo mes consecutivo de descensos, ya que los aumentos salariales fueron inferiores a la inflación. El gasto de las empresas también fue flojo en el último trimestre, con una caída del 0,1%. La economía japonesa recibió un pequeño impulso gracias al aumento de las exportaciones; pero esto no va a durar, como consecuencia de la retracción que se constata en la economía mundial En sus perspectivas trimestrales publicadas el mes pasado el Banco de Japón afirmó que se prevé que la economía se vea sometida a presiones a la baja derivadas de la ralentización del ritmo de recuperación en los países de ultramar.

China, que ofició en el pasado de locomotora de la economía mundial, hoy soporta una desaceleración. El crecimiento en China el año pasado fue del 5,2%, el más bajo en tres décadas, y hay dudas de que alcance incluso este nivel en 2024, jaqueada por la crisis inmobiliaria y una montaña de deudas. Tampoco escapa a este cuadro el Sudeste Asiático: Malasia anunció que su economía se había contraído un 2,1% en el último trimestre en comparación con los tres meses anteriores.

Conclusión

Esta retracción de la economía se da en el marco de un aumento de los choques entre los Estados y la tendencia a la guerra comercial y enfrentamientos bélicos, que socavan cualquier coordinación posible para enfrentar en común los crecientes y graves problemas económicos que aquejan la economía mundial y que traen aparejado el peligro de un dislocamiento de las relaciones internacionales.

Lejos de un aterrizaje suave, ingresamos en un transición llamada a estar surcada por defaults, quiebras, bancarrotas, en el marco de un impasse económico y una recesión sin que desaparezca la inflación. Los trabajadores argentinos y a escala internacional deben tener una comprensión de este panorama y prepararse políticamente para actuar a la altura de estas circunstancias.

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