Internacionales
26/11/2009|1110
Opel, GM y la lucha interimperialista

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Horas después de que Angela Merkel recibiera un estruendoso aplauso en el Congreso norteamericano al momento de alabar las relaciones entre Alemania y Estados Unidos, GM decidía cancelar la operación de venta de sus subsidiarias europeas Opel y Vauxhall a la empresa Magma, una operación que la primera ministra alemana había elevado a la condición de operación de Estado.
Quien dice GM dice el gobierno norteamericano, desde el momento que éste tiene una participación mayoritaria en la empresa luego de su rescate.
Los medios de comunicación europeos no vacilaron en caracterizar la decisión de GM como el mayor traspié en la carrera política de la actual canciller. Esta había impulsado fuertemente la venta de la automotriz alemana al holding integrado por el pulpo canadiense austriaco Magma y el banco ruso Sberbank, sobre la base de preservar la existencia de las cuatro plantas existentes en Europa. Para viabilizar el acuerdo, el gobierno alemán había ofrecido una ayuda estatal de 4.500 millones de euros (6.500 millones de dólares) que ayudaría a sustentar una nueva empresa, New Opel, en el caso que GM aceptara la oferta de Magma. De esa cifra había aportado ya 1.500 millones para permitir la supervivencia de la subsidiaria.
La Unión Cristianodemócrata (CDU) de Merkel y su entonces socio en el gobierno de coalición, el Partido Socialdemócrata (SPD), se presentaron a sí mismos como salvadores de Opel y de las fuentes de trabajo en Alemania y utilizaron fuertemente este argumento durante la campaña electoral. Un argumento falaz, desde el momento que la operación con Magma suponía el despido de 11.000 de los 50.000 trabajadores afectados a Opel/Vauxkall en Europa (aunque las cesantías afectaban en menor medida a Alemania).
El paso atrás produjo una conmoción política en Alemania. Para Jürgen Rütgers, unos de los jefes de la CDU, "el comportamiento de General Motors muestra la cara horrible del turbo capitalismo" (DPA, 4/11), o "capitalismo salvaje" *.
Europa y Rusia, en la mira
La crisis del acuerdo Opel Magma expresa la lucha despiadada entre países y pulpos por los "mercados" y la supervivencia a la crisis capitalista internacional.
El surgimiento de un "nuevo" Opel despojaba a GM de un puesto importante en el mercado europeo y le habilitaba a la industria automotriz alemana, en el mismo instante, un puente hacia el mercado ruso. El acuerdo tenía el apoyo de Moscú, desde el momento que involucraba al pulpo bancario ruso Sberbank, cuyo jefe es un ex ministro del primer ministro Vladimir Putin.
Las ventas de automóviles en Rusia cayeron a la mitad respecto de 2008 (primer semestre) pero, en perspectiva, se lo considera un mercado promisorio (900 autos por cada 1.000 en condiciones de conducir en Estados Unidos, 200 en Rusia), por lo que ningún pulpo quiere perder lugar en él. El acuerdo con Magma habría significado plantar en Rusia a Opel como el más importante competidor de GM, que hoy, asociado con Avtovaz, ocupa el 8% del mercado. Un modelo Opel concebido para el mercado ruso iba a ser construido en las plantas de Gaz, donde están en peligro hoy casi 60.000 puestos de trabajo.
¿Eje Berlín Moscú?
El gobierno ruso se declaró (malamente) "sorprendido" por la quiebra de la operación y expresó su rechazo a la decisión del Consejo de Administración de GM, que tuvo la venia del gobierno norteamericano.
Para Rusia, el acuerdo fogoneado por el gobierno alemán significaba aprovisionarse de nuevas tecnologías para su vetusta industria automotriz. Precisamente, la transferencia prevista por el acuerdo habría sido uno de los principales factores por los que GM decidió rever el preacuerdo con Magma.
Detrás de la pelea por los mercados o la transferencia de tecnologías existe una disputa de carácter estratégico. El acuerdo Magma - Sbarbank en torno a Opel suponía un acercamiento mucho más estrecho de Alemania con Rusia. La perspectiva de un eje Berlín Moscú provoca resistencias tanto en Estados Unidos como en capitales de Europa. Un choque de intereses que se prolonga en el campo de la energía, de las materias primas o de la competencia entre Airbus y Boeing.
Movimiento obrero
En todas las plantas de la automotriz se cumplieron masivamente las huelgas de "advertencia", convocadas del 5 al 9 de noviembre por los comités de empresa y los sindicatos frente a la decisión de la norteamericana General Motors (GM) de no vender sus subsidiarias europeas Opel y Vauxhall y la amenaza de un "ajuste" sobre los trabajadores.
El presidente del comité de empresa de Opel, Klaus Franz, ha declarado que "el plan antiguo de GM, el mismo que se aplicará ahora, prevé el cierre de tres fábricas, el despido de 10.000 trabajadores y hasta la eliminación de algunos modelos" (EFE, 5/11).
Pero el plan alemán que acaba de fracasar también "cerraba" a costa de los trabajadores, desde el momento que suponía 11.000 despidos y una rebaja equivalente al 10% del ingreso mediante la reducción del salario horario y, al mismo tiempo, de las horas trabajadas. A pesar de esto, los comités de empresa de las plantas automotrices y el sindicato IG Metall se convirtieron en abanderados del acuerdo invocando la preservación del grueso de los puestos de trabajo, lo que los hizo objeto de duras críticas de parte de los trabajadores (ídem anterior).
Nada autoriza a pensar que la burocracia sindical alemana no se convierta ahora en abogada de una "salida" a la medida de GM.
Pero en la medida que los trabajadores han batallado y hecho una experiencia y el gobierno alemán ha fracasado en toda la línea en el pacto que suponía la defensa de los puestos de trabajo "Merkel no puede despedirse de ningún modo de la cuestión Opel" (DPA, 4/11).