Internacionales
11/7/1991|335
Fuera el ejército de Eslovenia y Croacia
Por la unión libre y socialista de Yugoslavia
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Con el estallido de la crisis yugoslava se franquea un nuevo paso en el desarrollo de la crisis mundial abierta con la caída del muro de Berlín. La desintegración de la “federación balcánica” no puede ser simplemente atribuida al cacareado “fracaso del socialismo” o a las consecuencias del mal llamado “socialismo real” (el cual no tenía nada de socialista y más que real era una pesadilla). Yugoslavia integra desde hace más de veinte años el Fondo Monetario Internacional, del cual ha sido uno de sus más constantes clientes. Lleva aplicados innumerables “planes de estabilización” o de “ajuste” con sus correspondientes devaluaciones de la moneda, incremento de los impuestos y reducciones de salarios. Ha sido la primer diplomada en “economía de mercado” de todos los países de Europa oriental; su sistema de “autogestión" y “autonomía” de las empresas, cuando no directamente las privatizaciones, ha permitido una acumulación privada de capital que se manifiesta por todos los poros de la economía. Recientemente, Yugoslavia conocía inflaciones del orden del 1.000 por ciento anual y tenía una de las tasas de desocupación más elevadas de toda Europa. Distante de nuestras fronteras, los “eslavos del sur" fueron los verdaderos inventores del "plan Cavallo", como que ataron su moneda al dinar, al marco alemán, de la misma manera en que el austral está atado al dólar. En marzo pasado tuvieron que mandar todo al diablo cuando descubrieron lo que debían haber sabido de antemano — que tales “planes” no resuelven nada.
Es natural que esta crisis preocupe al imperialismo, esto porque constituye un espejo de las convulsiones políticas que deberán afectar a todas las naciones y Estados que pretendan embarcarse en la vía de la “libre empresa”. Checoslovaquia puede llegar a escindirse también y de hecho existe ya en Eslovaquia un importante movimiento populista con tendencias separatistas. Los países bálticos, Georgia, Armenia y Moldavia —en la URSS— experimentan un fenómeno similar. La consumación de estos separatismos avivará la vieja tendencia alemana a querer colocarlos “bajo su protección”, luego de dominarlos financieramente, lo cual alteraría el equilibrio entre los Estados imperialistas. Este compendio de perspectivas es suficiente para explicar por qué los gobiernos imperialistas se atuvieron a la política del “statu-quo” hasta las vísperas de los choques militares. Con esto querían también asegurar a la burocracia gorbachiana que no estaban planificando la desintegración de la URSS. Pero la política de la “congeladora” internacional nada ha podido frente a la marcha implacable de las contradicciones sociales y nacionales —algo que ya Marx había observado hace muchísimo tiempo y más precisamente con relación a esta vieja “cuestión de los Balcanes”. No se ha secado aún la tinta del “acuerdo de seguridad y cooperación europeos”, firmado hacia fines del año pasado, el cual establecía la intangibilidad de las fronteras del viejo mundo, cuando ya esos límites estatales están formalmente en cuestión. Claro que a los Imperialistas les interesa por sobre todo saber quién va a pagar la deuda de más de 30.000 millones de dólares si el matrimonio yugoslavo se divorcia. Ya en una oportunidad el presidente francés, Francois Mitterrand, estimó que la desintegración de cualquier estado deudor de Europa del este que comprometiera el pago de la deuda, sería suficiente para mandar a la banca francesa a la ventanilla de sus propios acreedores.
Eslovenia y Croacia
Yugoslavia es una dictadura burocrática, aunque los extremos de represión se hayan mitigado como consecuencia del debilitamiento del poder central. La solución progresista e históricamente más adecuada a este impedimento al libre desarrollo de los trabajadores y de los pueblos que integran la federación yugoslava es la revolución política, es decir, el derrocamiento de la burocracia por una revolución conducida por el proletariado.
En ausencia de la alternativa de la revolución política, la separación estatal de las naciones de la federación constituye una reivindicación progresista frente al despotismo del poder central, fundamentalmente dominado por los burócratas stalino-nacionalistas de Serbia, el estado más extenso y numeroso. Pero esto no significa en ningún caso que se deba apoyar la política concreta de separación que siguen las cliques burocráticas o pequeño-burguesas que dirigen, por ejemplo, Eslovenia y Croacia. La política de estas cliques lleva a esos Estados a convertirse en colonias del capital financiero internacional, en particular de los alemanes. El marxista debe luchar, antes que nada, por la unidad de la clase obrera de Yugoslavia por encima de las diferencias nacionales. La defensa del derecho de autodeterminación debe ir acompañado de la denuncia del nacionalismo proimperialista. Si las circunstancias llevan a los trabajadores, con conciencia de clase sea de Eslovenia, de Croacia o de la propia Serbia, a defender o impulsar la separación nacional frente a la burocracia, esto debe estar estrechamente ligado a la consigna de la unidad socialista de Yugoslavia —de ningún modo para hacer de ese separatismo un fin en si mismo.
La prensa diaria habla mucho de la “artificialidad" de Yugoslavia, simplemente para dar curso a la propaganda nacionalista. Pero aunque algunas partes se encuentran en la federación en virtud de la imposición de tratados internaciones (por ejemplo Macedonia de mayoría búlgara), la unión de Serbia, Croacia, Eslovenia y Bosnia-Herzegovina es el resultado de una larga evolución histórica. Es cierto que esta evolución nacional quedó obstaculizada y truncada como consecuencia de la formación tardía de la federación, en plena época de descomposición imperialista y de desintegración de las naciones pequeñas, o como consecuencia del despotismo burocrático, pero no por ello Yugoslavia deja de tener las características de un Estado nacional, bajo formas federativas. La destrucción de Yugoslavia como objetivo estratégico es reaccionaria.
Las autoridades nacionalistas eslovenas (la mayor parte de ellas ha pasado por la Liga Comunista e integra el establishment burocrático) han reconocido que una separación estatal permanente provocaría una caída del 25% del producto bruto esloveno. La carga de esta catástrofe la pagarían naturalmente los trabajadores. Además, esas autoridades se han comprometido a asumir el pago del 15% de la deuda externa. La “rehabilitación” económica de Eslovenia quedaría en manos del capital internacional, lo cual está muy lejos de ser una vía para la independencia nacional.
El estallido de las hostilidades entre Eslovenia y el gobierno central, pero fundamentalmente Serbia, lleva naturalmente la cuestión de la autodeterminación nacional al terreno concreto del lugar que se debe ocupar en el enfrentamiento, que no puede ser otro que el de oposición al gobierno central y a Serbia y por la defensa de los derechos democráticos y nacionales eslovenos. Solamente esta política podrá asegurar la vía para una unión libre y socialista de Yugoslavia.
Rompecabezas intencionado
Se habla mucho del separatismo esloveno y croata, pero lo cierto es que lo que los eslovenos y los croatas votaron en los referéndums fue la independencia nacional sólo en el caso en que no fuera posible negociar la transformación de la federación en confederación. Este cambio dejaría la política exterior, la moneda y las fuerzas armadas (reducidas) en manos de un gobierno central, pero es obvio que daría todas las atribuciones impositivas a los Estados individuales. Según las últimas encuestas (que hay que tomar con reservas) la relación a favor del separatismo inmediato es 44 a 34 en Eslovenia y 50 a 45 en Croacia, lo que en un sentido estricto inviabiliza la separación; no hay estados nacionales con una mitad de los ciudadanos en contra. Pero al atacar a Eslovenia, el gobierno central y la burocracia stalino-nacionalista de Serbia está impulsando la escisión. De modo que la verdad es que una corriente muy fuerte de los estados separatistas está a favor de la unión y que la política de la burocracia central unionista impulsa la división.
Es que los stalino-nacionalistas pretenden transformar a Yugoslavia en una Gran Serbia, es decir, un estado unitario (no una federación) que permita a Serbia anexar a Macedonia, Bosnia Herzegovina y los territorios croatas poblados por serbios, del mismo modo en que han anexado a la región autónoma de Kosovo, de mayoría albanesa, a sangre y fuego. Este nacionalismo serbio es reaccionario y puede provocar a Bulgaria a anexar a Macedonia, a Albania a pretender lo mismo con Kosovo, y hasta reavivar reclamos de Italia y Austria sobre territorios del noroeste yugoslavo. El interés económico de este nacionalismo serbio es muy claro: en los últimos años ha utilizado clandestinamente la emisión monetaria central para subsidiar a la burocracia, un fenómeno que se convirtió en el factor N° 1 para impulsar el separatismo no serbio. Estos stalinista no quieren un banco central realmente federal!
El imperialismo se ha pronunciado hace tiempo contra las separaciones debido a las ya mencionadas razones de la deuda externa y el “statu-quo”. Es evidente que al imperialismo no le interesa la desintegración de un mercado nacional en varios mercados locales; varios diarios han dicho que el principado de Luxemburgo es una prueba de la viabilidad de una nación pequeña, pero no han añadido que Luxemburgo es apenas una zona franca de los bancos, no un país. Mediante la presión de las “economías de mercado” más desarrolladas de Eslovenia y Croacia, a lo que se suma la posibilidad de negociar una confederación, el imperialismo procura llevar más a fondo la posibilidad de restauración capitalista al conjunto de Yugoslavia.
Si los alemanes y los austríacos (y hasta cierto punto los italianos) han dado muestra de apoyar la secesión, no debe descartarse que lo hagan, no por intereses en el separatismo esloveno-croata, sino al revés en interés del nacionalismo serbio. Alemania, Austria e Italia son los países más gorbachianos de Europa y con mayores inversiones y préstamos en la URSS. ¿Helmuth y Mischa se tutean — cómo explicar que el teutón apoye el separatismo que el ruso en principio crítica? Es altamente probable que sea un recurso para salvar al gobierno y a la burocracia serbia, la cual, como mayor estado yugoslavo, es la que está pasando por la crisis social y política más severa. En Serbia puede surgir una situación revolucionaria, es decir un impasse régimen combinado con un levantamiento popular; el nacionalismo y la consigna de un Estado unitario y puro podría ser un recurso contra el movimiento de las masas. Alemania estaría, entonces, no tanto interesada en la separación eslovena como en el salvataje de Serbia y de Gorbachov.
Hay que ocupar las barricadas contra el militarismo burocrático yugoslavo en nombre de la consigna de la unión libre y socialista de Yugoslavia.

