Referéndum de julio de 2015: diez días que sacudieron pero no cambiaron a Grecia

Texto de Liberación Comunista (KA)

Diez años después del referéndum de 2015, el bloque burgués intenta sepultar todo lo que queda del “NO”

Diez años después del referéndum de 2015, el bloque burgués intenta sepultar todo lo que queda del “NO”. El referéndum de 2015 en Grecia condensa de una forma única las luchas del pueblo y la juventud contra el matadero de los memorandos. Marcó un punto culminante, caracterizado por una intensa polarización y conflicto de clases. Expuso la derrota de la política reformista y las limitaciones de la izquierda anticapitalista. Nuestro periódico Prín reabre el debate sobre este período crítico, con la mirada puesta en el futuro de la lucha de clases.

“La incertidumbre sobre las perspectivas económicas sigue siendo alta, pero las probabilidades de un cambio negativo o positivo están equilibradas”. Así se expresaba el informe de previsiones de primavera de 2015 de la Comisión sobre la economía de la UE [Unión Europea]. Esto implicaba que todo pendía de un hilo, ya que las consecuencias del “crash” de años anteriores y del estallido de la crisis financiera global aún no habían sido superadas. Estaba claro, entonces, que mientras la crisis en Grecia se intensificaba y se acercaba a su punto álgido, la UE y la eurozona no estaban en su mejor momento. Precisamente por eso eligieron una demostración de fuerza contra un país que –como bien sabían– había adquirido un gobierno que no estaba dispuesto ni preparado para rupturas.

Y creyeron que la mejor forma de lograrlo era con un chantaje descarado. Es decir, plantear un dilema claro que no se refería al “sí o no al memorando UE-FMI”, sino algo mucho más importante: la permanencia o salida de la eurozona. Y lo hicieron asumiendo que el pueblo griego no se atrevería a arriesgar su moneda y que así pondrían fin con su voto a la “locura”. “Con el referéndum se le pide al pueblo griego que responda si seguirá en el Euro o regresará al Dracma”, declaró el entonces presidente de la Comisión Europea y “amigo” de Grecia, Jean-Claude Juncker, el 29 de junio, tras aprobarse en el parlamento la convocatoria al referéndum. “Si hay un ‘sí’ enfático a permanecer en el Euro, a participar en la reconstrucción de la economía para hacerla sostenible a largo plazo, entonces nuestra respuesta será: intentémoslo (…) Cuando hay voluntad, hay camino”, dijo la directora del FMI (y actual presidenta del BCE), Christine Lagarde, en una entrevista a la BBC el 27 de junio.

El escenario había sido meticulosamente preparado por la UE y el FMI y, en el momento justo, la soga se volvió asfixiante con la imposición de restricciones a los movimientos de capital (controles de capital), anunciadas el domingo 28 de junio. La responsabilidad recayó en la decisión extorsiva del BCE de cerrar el grifo de liquidez a los bancos. Con el consentimiento y estímulo, por supuesto, del Banco de Grecia y su gobernador, G. Stournaras, quien había sido colocado en ese cargo crucial un año antes y sigue firme hasta hoy. Cuando una estructura capitalista como la UE se ve amenazada, todos sus miembros se unen para defenderla, dejando de lado diferencias y rivalidades. Así lo demostró también la declaración del entonces presidente de EE. UU., Barack Obama, a quien Tsipras, Syriza y gran parte de su electorado tenían como modelo. “Lo que se necesita es que Grecia se tome en serio la implementación de reformas importantes (…) Los griegos tendrán que tomar decisiones políticas difíciles, que serán buenas a largo plazo”, dijo el 8 de junio en la cumbre del G7 en Alemania.

El memorando fue la opción central de una coalición entre los banqueros europeos y el núcleo del capital griego, para una reestructuración violenta del capitalismo griego, para aplastar las conquistas más históricas de la clase trabajadora y del pueblo, disparar la explotación, pagar la deuda en el marco de la crisis capitalista de 2008 y garantizar la estabilidad de la eurozona. Con un objetivo estratégico así, estaba claro que no habría chantaje, amenaza ni medida que el capital y el sistema político no consideraran para imponerlo.

Syriza, que finalmente se impuso como fuerza hegemónica en el gran movimiento de 2010-2015, tenía una línea muy concreta: el memorando sería abolido “con un proyecto y una ley”, por un “gobierno de izquierda”, que “negociaría” con las instituciones un programa de “rectificación y justicia social”, sin ruptura con la eurozona ni con la UE. El lema “ni ruptura – ni sumisión” fue, como luego se demostró, una trágica ilusión que llevó a transformar el gran “NO” popular en un “SÍ”, en el golpe de 2015, justo cuando estaba en juego la cuestión estratégica de ruptura o sumisión ante las “instituciones” y el sistema político burgués.

Sin embargo, esta política abiertamente conciliadora no flotaba “en el aire”. Fue orquestada durante los años previos de luchas anti-memorando, fue “comunicada” y en gran medida configuró y limitó los márgenes políticos del movimiento de ese período. Las fuerzas de Syriza y otras dentro/fuera de Syriza se esforzaban por limitar políticamente al movimiento dentro del marco anti-memorando, separar los objetivos inmediatos de las condiciones políticas para realizarlos, impedir que esos objetivos escalaran hacia un nivel “anti-UE – anticapitalista”, evitar la necesidad de una ruptura/salida del Euro y la UE, en nombre de la “unidad más amplia”.

Por otro lado, la posición del KKE (Partido Comunista) llevó a la paralización política del movimiento desde otra dirección. Durante los años de las grandes luchas anti-memorando, el KKE libró una batalla política y teórica contra los objetivos que implicaban rupturas con la política burguesa. Desde 2010 negaron el objetivo de “abolir los memorandos” (porque otros países implementan el mismo programa sin memorandos), de anular la deuda, de salir del Euro y la UE (porque “está integrado al euroescepticismo promovido por sectores burgueses”), contribuyendo así a encerrar al movimiento dentro de los férreos límites de la política burguesa y reforzando la lógica parlamentaria mutilada de Syriza. Esta lógica llevó al KKE a darle la espalda al pueblo en el referéndum, y a la frase “no veo otra salida que el Euro” del líder del KKE, D. Koutsoumbas, en la reunión de líderes políticos.

Syriza emergió como portavoz político de las luchas anti-memorando porque su propuesta parecía más “realista” y daba una respuesta política concreta al problema del poder: “el gobierno de izquierda”. Se desarrolló una gran batalla ideológica en torno a la perspectiva gubernamental de la izquierda. Para la mayoría del pueblo, con ilusiones parlamentarias arraigadas, el gobierno se identificaba con el poder, era la herramienta para imponer cualquier solución política. Así, la propuesta de “izquierda gobernante” respondía a las necesidades e ilusiones, es decir, al nivel de su conciencia. Sin embargo, para el dominio abrumador de la solución parlamentaria dentro de las fuerzas en lucha y las vanguardias sociales y políticas, jugaron un papel importante organizaciones, grupos e intelectuales de orientación izquierdista o marxista que apoyaron a Syriza y elaboraron teóricamente la perspectiva del “gobierno de izquierda”. Su base teórica era principalmente la reforma del Estado burgués (con referencia eurocomunista), usando el poder gubernamental como trampolín que, combinado con “la presión del movimiento”, podría conducir al “agudizamiento de las contradicciones del sistema” y a transformaciones más amplias en favor del pueblo.

Sin embargo, la perspectiva de un cambio de gobierno desde 2012 en adelante no llevó a una intensificación de la lucha, sino al fortalecimiento del “realismo” en nombre de la mayoría parlamentaria. El período 2010-2012 y hasta 2015 fue un período de luchas impactantes, que condujo a una crisis política sin precedentes y al colapso histórico del sistema bipartidista tradicional. No fue solo una “crisis de representación”. Grandes cuestiones de la política burguesa (memorandos, UE) entraron en agenda. Se difundieron formas de organización y autoactividad popular por toda Grecia (asambleas, solidaridad organizada, etc.). Como también se evidenció durante los días del referéndum, la conciencia popular avanzó significativamente. El “abajo los memorandos” ya se había transformado, en muchos sectores, en “conflicto con la eurozona y la UE”, o al menos estaba abierto a esa trayectoria. Para continuar y escalar la batalla tras el golpe del “NO” por parte de Syriza, era necesaria una clarificación oportuna del rol de Syriza y su dirección (y no la reproducción de las ilusiones que sostenían “votamos contra el memorando, apoyamos al gobierno” hasta el último momento). La preparación político-ideológica y organizativa para defender el “NO” con luchas militantes contra la burocracia que apoyaba el “SÍ”, el agrupamiento independiente de las fuerzas anticapitalistas, las fuerzas del “NO hasta el final”. De ese modo, la continuidad y escalada de la lucha podría abrir paso a un cuestionamiento más amplio del sistema. Pero eso no ocurrió, y el movimiento no estuvo preparado política ni organizativamente en ese momento crítico para avanzar sin Syriza y contra Syriza.

NAR (Corriente de Izquierda Nueva) y Antarsya (Frente Anticapitalista) libraron con todas sus fuerzas la batalla del “triple NO”: NO a los memorandos, NO a la UE, NO al gobierno de Syriza. Durante todos los años previos, destacaron y lucharon por los objetivos principales del programa anticapitalista, que incluía la abolición de los memorandos, la anulación de la deuda, la ruptura/salida del euro y de la UE, la nacionalización sin compensación de los bancos y de otras empresas estratégicas. Buscaban que este programa político impregnara al movimiento y no quedara confinado a los límites de la “negociación” y la rotación parlamentaria. Promovieron formas de organización independiente del movimiento (como la coordinación/coalición de sindicatos de base, la campaña “No debemos, no pagamos”, etc.). También contribuyeron con su presencia en las calles al carácter combativo de las enormes movilizaciones de mayo de 2010, junio y octubre de 2011 y febrero de 2012.

Sin embargo, las fuerzas de NAR y Antarsya mostraron una incapacidad estratégica para vincular la lucha con aquellos pasos que plantearan la cuestión del poder de un modo diferente. El 4.º Congreso de NAR evaluó: “Hubo cierto desprendimiento entre el programa de lucha anticapitalista y la cuestión del poder político; una respuesta incompleta y poco desarrollada sobre quién y cómo lo impondrá; un enfoque impracticable y no específico sobre la organización del pueblo ‘extra-parlamentario’ y opuesto al sistema político burgués…”. Así, no logramos “transferir” la experiencia de las asambleas populares a los lugares de trabajo, para que la clase trabajadora pudiera organizarse de forma independiente; no intentamos sistematizar y unificar esas asambleas a niveles regional y nacional, para crear “semillas” de otra forma de organización del pueblo.

Se expresaron profundas debilidades y limitaciones en la izquierda extraparlamentaria organizada. En primer lugar, una gran parte de ella apoyó y se unió a Syriza. La incorporación a Syriza se justificó con varios argumentos, el principal era la posibilidad de que las fuerzas de la “izquierda radical” influyeran desde dentro. Esta lógica, históricamente aplicada, que iba desde el “entrismo” de grupos en otros partidos, hasta la formación de “partidos amplios de izquierda”, fracasó. Es necesario sacar una conclusión histórica de esto. La combinación entre la degradación de los objetivos políticos del programa en nombre de la “unidad amplia” y el apoyo (desde dentro o desde fuera de forma “crítica”) a la corriente reformista desarma al movimiento y a las vanguardias, y destruye continuamente la posibilidad de una unidad real y de una formación independiente de la izquierda anticapitalista.

Diez años después de la explosión social que condujo al inspirador “NO” del referéndum, el sistema entero intenta eliminar cualquier rastro del impulso popular. Así como “corrigieron” —es decir, anularon— el voto del pueblo en la reunión de los líderes políticos en el palacio presidencial el 6 de julio de 2015, hoy intentan reescribir la historia. Angela Merkel, entonces jefa del capitalismo alemán y promotora de medidas bárbaras contra los trabajadores, se presenta hoy en Grecia como una “madre” amistosa. Alexis Tsipras, que se convirtió en sinónimo del oportunismo a nivel internacional, aparece como… el honesto que nunca mintió, aunque está claro que nunca pensó en romper con el euro ni con la UE. En general, el período 2010-2015, cuando el pueblo y la juventud quedaron atrapados por el Capital, la UE y el FMI, se intenta “enterrar” y calificar de “locura” y “días oscuros”. Para ellos, los días oscuros no fueron los de los memorandos, sino los de la lucha contra ellos… El temor del sistema a que vuelvan a abrirse grietas sociales similares hace que todo esto se presente hoy como una tragicomedia.

El consenso del sistema político burgués en torno al Euro se expresó de forma más elocuente en la infame reunión en el palacio presidencial. El entonces presidente de la República, P. Pavlópulos, lo reveló en una entrevista reciente: “Era un clima de deliberación, un clima de ansiedad, pero en ningún caso un estado de conflicto. Y nunca olvidaré la actitud positiva del líder del KKE, D. Koutsoumbas, que incluso impresionó a Merkel. Koutsoumbas dijo públicamente: ‘Estamos en contra de la Unión Europea, pero cuando uno entra en una organización como la Unión Europea, no puede salir de esta manera.’ Eso fue lo mejor que un Presidente de la República podía esperar de un partido comunista…”

Si hay algo que debemos conservar del 2015 es, en primer lugar, la capacidad de la clase trabajadora, del pueblo y de la juventud para “sorprender”, para dar un paso hacia la desobediencia y la ruptura, incluso en circunstancias difíciles. En segundo lugar, que sin ruptura y salida de la UE y sin el derrocamiento de los pilares del capital en Grecia, no puede haber un programa en favor del pueblo. Y, en tercer lugar, que se requiere una organización comunista fuerte y decidida, con táctica y estrategia revolucionarias elaboradas, y un frente anticapitalista fuerte dentro de un movimiento político creciente por el derrocamiento del capitalismo.

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