Sindicales
22/2/2007|981
Artes Graficas Modernas: Un ejemplo de “reactivación kirchnerista”
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AGM es el tercer fabricante de etiquetas de Argentina y está entre las primeras diez en el ranking latinoamericano, según datos del 2005, aunque es muy probable que por el ritmo de crecimiento que viene teniendo esa estadística haya quedado superada. Hace menos de un lustro, cuando se mudó de la Capital a La Matanza, la empresa ocupaba a cuarenta o cincuenta operarios; hoy la planta abarca casi una manzana y el plantel supera los trescientos. Para abastecer a pulpos como Unilever, SanCor o Molinos, la maquinaria de última generación produce veinticuatro horas seis días a la semana; incluso fabrica su propio papel.
¿Cuál es el secreto del éxito del Sr. Fernando Leiro, propietario de esta “mina de oro”?
Simple: un enorme talento… para superexplotar y negrear, violar toda la legislación laboral vigente, evadir impuestos, coimear funcionarios y seguramente a más de un sindicalista.
Señalemos algunas -sólo algunas- de las perlitas de este ejemplo de exitoso empresario de la era K.
No se pagan extras pese a que la jornada “normal” es de doce horas; las mujeres (el 70 por ciento del personal) rotan por la noche desconociendo la prohibición legal; la mayoría cobra íntegramente en negro; las categorías no superan la 3; la dispersión salarial es absoluta, ya que cada uno pacta su sueldo, pero por jornadas extenuantes el promedio puede rondar los 1.500 pesos mensuales; los accidentes son frecuentes y el despido puede ocurrir por cualquier razón (hace muy poco sucedió con una compañera embarazada con años de antigüedad); obviamente, la actividad sindical está rigurosamente prohibida y cada sección está vigilada por circuito cerrado.
Para mantener en funcionamiento este “campo de concentración” el Sr. Leiro —que además es directivo de la cámara empresaria y de la Fundación Gutenberg- cuenta con dos “socios” importantes. Uno es el Ministerio de Trabajo, que hace la vista gorda pese a las denuncias recibidas; hace unos meses, por ejemplo, la patronal notificó al personal que como “esperaba una inspección” todos los no registrados debían retirarse y esperar en las inmediaciones hasta la orden de volver (que llegó cuatro horas después).
Y el otro socio es el sindicato que, conociendo la situación, no mueve un dedo para organizar a los trabajadores. Por más represivas que sean las condiciones dentro del taller el sindicato tiene recursos para hacerlo. Podría denunciar judicialmente a la patronal por práctica antisindical, convocar a actos de repudio en la puerta con los trescientos delegados del gremio y otras organizaciones, sacar solicitadas, obstaculizar la actividad comercial de la empresa y, por supuesto, implementar un plan de lucha en todo el gremio o al menos en la zona oeste; en fin… hacer lo que haría un verdadero sindicato.
Hace unos días Ongaro y Abraham dirigieron una carta al presidente Kirchner “solicitándole” un aumento salarial para todo el pueblo como forma de paliar las catástrofes actuales, como las inundaciones en Tucumán. Con estos gestos ridículos buscan ocultar la otra catástrofe, la catástrofe laboral que padecen miles de gráficos como los de AGM, Quebecor, Impresores y tantos otros, y la responsabilidad que sobre ella tiene la burocracia sindical.