Opinión

10/11/2023

Mi voto en el balotaje

Respuesta a un planteo tramposo.

La campaña por el voto a Massa dentro de los sectores progresistas y de izquierda parte de una operación que podemos resumir así: “votando a Massa no estás votando a favor Massa, estás votando contra Milei (el fascismo) y a favor de la democracia”.

¿El voto a Massa no es un voto a Massa?

El planteo es tremendamente tramposo. Primero porque presenta lo que es (el voto a Massa) como lo que no es. Tengo perfectamente claro que un voto muchas veces expresa un rechazo más que un apoyo. Cuando se analiza un resultado, señalar esto es legítimo y necesario. Pero exacerbar esa idea hasta concluir que un voto a Massa no es un voto a Massa, nos lleva al sinsentido. Con la misma lógica podríamos haber festejado el voto a Milei como expresión del rechazo a los partidos que hundieron el país. No hay ninguna duda de que en parte del voto a Milei tiene ese contenido, pero sería muy miope abstraer esa característica (positiva) de lo que significa el apoyo a un facho que quiere arrasar con los derechos de los trabajadores.

Es cierto que un voto no es un cheque en blanco (miremos Jujuy), pero negar que el voto constituye un apoyo (parcial, condicionado, etc.) le quita todo el sentido a las cosas. La propia dinámica de la campaña pone esto en evidencia. Desde el video de los Avengers con Massa, la UCR y Larreta como los salvadores de la patria, hasta quienes hablan de establecer un “cordón democrático”, la campaña anti Milei no puede sino embellecer a los responsables de la decadencia del país.

Así vemos que cuando Milei dice que tiene un puching-ball con la cara de Alfonsín, muchos progresistas dejan de lado la Obediencia Debida y el Punto Final y empiezan a canonizar al “padre de la democracia”. Frente al loco que habla con su perro muerto, el progre defiende la cordura de los políticos profesionales. Y frente a las denuncias de fraude, glorifica la transparencia de nuestro sistema electoral. ¿Por qué la izquierda y los trabajadores deberíamos subirnos a ese carro? Yo no voy a defender la “cordura” de los que pasan con topadoras por la ocupación de Guernica para construir un country. Ni voy a dejar de denunciar a los punteros y el aparato prebendario que opera en cada elección. Y sobre todo, no voy a reivindicar una democracia capitalista que nació de una continuidad económica y jurídica con la dictadura militar.

No tenemos por qué cargar con la defensa de esta democracia

Ahí aparece la segunda trampa que me parece aún más grave. Aceptarla significa aceptar la defensa de esta democracia como un axioma incuestionable. Pero es esta democracia la que tiene al 56% de los pibes pobres y a la mitad de la población sin acceso al agua corriente, gas de red o cloacas. Esta democracia es la que está llevando a la decadencia y a la privatización a la educación y a la salud públicas. Esta democracia es la que reciclo el aparato represivo de la dictadura, la que asesino a Mariano Ferreyra e intenta meter en cana a César Arakaki. Yo no le doy mi voto a esta democracia.

Muchos progresistas están alarmados porque, dicen, Milei pone en cuestión la democracia. Se equivocan, lo que pone en cuestión la democracia es su fracaso en garantizar lo que nos prometió (“con la democracia se come, se educa y se cura”). Es cierto que Milei busca aprovechar ese fracaso para avanzar contra los derechos y las libertades que le arrancamos a la democracia. Pero atar la defensa de nuestros derechos a la defensa de la democracia capitalista es atarnos a un régimen fracasado que no puede ya garantizarnos nada. Los que ahora nos llaman a votar a Massa “en defensa de la democracia”, mañana nos van a llamar a no hacer huelgas, a no marchar y a no cortar las calles siempre “en defensa de la democracia”. Por si hiciera falta, podemos ver ahora mismo en Gaza las atrocidades inhumanas que se pueden hacer “en defensa de la democracia”.

¿Unidad con los “demócratas” o unidad de los trabajadores?

No quiero hacerme el distraído con que el cuestionamiento a la democracia encarnado en Milei tiene un contenido reaccionario. Pero responder este cuestionamiento ensalzando la democracia de los yates en Marbella y del hambre en los barrios es un error de estrategia y de táctica. Significa ir a la pelea contra la ultra-derecha cargando con el peso muerto de un sistema que no es nuestro. Quienes militan el voto a Massa parten de la suposición de que para frenar a la ultra-derecha es legítimo y provechoso hacer causa común con lo peor del sistema. Esta lógica omite que Milei creció sobre la base del desprestigio del sistema. Ponernos al hombro la defensa de esta democracia no sólo nos aleja de lo que queremos, también significa una barrera para dialogar con el 30% que votó por Milei. Para ganar un balotaje puede ser una táctica adecuada, para enfrentar el ajustazo que se viene seguro que no.

La demonización del votante de Milei nos debilita para lo que viene. La Argentina está fracturada, para la mitad de los trabajadores, los derechos de los que habla el peronismo no existen. Ni el aguinaldo, ni la indemnización, ni la gloriosa universidad pública. El desafío para la izquierda es unir al docente, al obrero industrial, al que cobra un plan y al que labura en Rappi contra la política del FMI. La campaña por el voto a Massa, en cambio, promueve la unidad de un sector de los trabajadores con el los políticos del FMI y desprecia a la juventud precarizada que hoy elige a Milei.

Este sesgo se expresa en la posición de Izquierda Socialista cuando en su llamado a votar por Massa dice que respeta a quienes votamos en blanco, pero no a los que votan a Milei. Hay que ser claros, no estamos hablando de bandas fascistas que atacan a los trabajadores, sino de trabajadores que votan a un facho con la ilusión de romper con años de retrocesos. ¿Merecen menos respeto que quienes votan al representante de la embajada yanqui? El mayor riesgo que tenemos en lo inmediato no es la instauración de un régimen fascista. La razón es que quienes hoy podrían darle sustento a un gobierno fascista (los bancos, la UIA, Estados Unidos) están mayormente en el campo “democrático” de Massa. Sí es un riesgo real que millones de trabajadores se referencien en un fascista. Pero difícilmente vamos a ganarlos de la mano de quienes los empujaron con su fracaso a los brazos de Milei.

Para cerrar. El que gane el balotaje va a intentar avanzar contra nuestras condiciones de trabajo, nuestros salarios y jubilaciones, contra nuestra educación y nuestra salud. Uno lo dice más explícitamente, otro de forma más velada. Uno intentando imponerse sobre “los consensos” y las instituciones democráticas, el otro con el consenso y el apoyo de esas instituciones. Y obviamente, cualquiera de los dos va a intentar apoyarse en los votos recibidos para esa tarea infame. No en el mío.

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