Políticas

29/7/1987|192

Abajo el “Rodrigazo" del radical Alfonsín y el justicialista Alderete

Hace doce años un hombre se embarcó en la estación del subte de Primera Junta con la intención de bajarse al final del recorrido, en Plaza de Mayo, atravesar el corto túnel que conduce hasta los ascensores del edificio de Hacienda y subir el 5° piso para jurar como flamante ministro de Economía. A los periodistas que lo acompañaron por esta vía inusual, Celestino Rodrigo les confesó que las medidas que pensaba tomar podían salvar al país o hundirlo para siempre.

El procedimiento que hoy adopta Alfonsín es extraordinariamente similar al que utilizó Rodrigo para producir la catástrofe. Así como este último esperó que se firmaran los aumentos de salarios por un 40 % para luego disparar el precio de la nafta en un 140 % de una sola vez, así Alfonsín también se aseguró primero la incorporación al gobierno de una gruesa fracción de la burocracia sindical y un pacto no escrito con la CGT, para luego desatar la estampida de las tarifas, de los precios de los cigarrillos y las bebidas, y ahora de la carne y del dólar. Rodrigo supuso que su acuerdo con la dirección sindical desbarataría una reacción obrera, que es lo mismo que hoy piensa Alfonsín- en ambos casos la certeza nace de la confianza en la burocracia sindical. En 1975, sin embargo, Ford en Buenos Aires y Fiat en Santa Fe reventaron el muro y permitieron el paso de la huelga general.

Los aumentos brutales de los últimos días tipifican una situación que tiende a quedar fuera de control. Es decir, o que el gobierno es impotente para impedir una violenta confiscación económica de los trabajadores en beneficio de los capitalistas y de los usureros, o que se alienta desde el gobierno y desde el Estado este descontrol. Las lluvias del fin de semana pasada, que utilizó el secretario de Agricultura para asegurar que la estampida de la carne seria transitoria, o la "inelasticidad de la demanda” como pretendió explicar lo mismo en chino el asesor de Sourrouille, R. Frenkel, demuestran la completa desorientación oficial cuando no un franco encubrimiento. En la última semana de julio la tasa de inflación será del 15 %, algo hiperinflacionario y absolutamente insoportable para los trabajadores.

Las causas de esta inflación son, sin embargo, muy claras. Solo aumentando precios y tarifas puede el gobierno continuar con el pago de la deuda pública externa e interna, con los subsidios a los capitalistas y con la tolerancia hacia la evasión de impuestos y aportes provisionales. Aumentando brutalmente los precios el gobierno cumple con su función patronal de reconstruir los beneficios capitalistas, por ejemplo, en dos ramas apetecidas como son la pecuaria y el petróleo. Es definitivamente sintomático que, en medio de la escalada del precio de la carne, el ministerio de Economía hay mandado decir que su política será la de seguir "sosteniendo” ese precio, el cual está en el pico real más alto de la historia. Es también significativo que se disponga llevar el precio del petróleo al nivel internacional, el cual está cinco veces por encima de su costo de producción.

El estallido inflacionario es una consecuencia- fundamental del reciente acuerdo con el FMI (siempre dirigido a pagar la deuda externa), el cual prevé una sistemática devaluación del austral, lo cual no puede menos que provocar un agudo aumento de precios y la especulación con el dólar.

La atadura profunda y decisiva del Estado con el pago de la deuda y con la banca internacional está demostrada en la decisión ratificada por el gobierno de aumentar las tarifas en períodos de 15 días, de manera que se espera para las próximas horas nuevos aumentos de la nafta y “reajustes” en la electricidad, todo esto sin que importe la onda de carestía que van a agregar estos aumentos al caos actual. Es indudable que estamos en presencia del “cuadro clásico” del rodrigazo, así como de sus consecuencias completamente catastróficas.

No ha faltado en todo esto el infeliz que atribuyera la culpa de lo que ocurre... a los salarios, pero no a los salarios que se cobran sino a los que irán a cobrar en setiembre como consecuencia de los aumentos que puedan llegar a pactarse o no en agosto, en las paritarias con techo convocadas por el gobierno. Es evidente que los “teóricos” de la patronal hacen la función de cararrotas mientras su clase despluma por cifras varias veces millonarias a los trabajadores.

Ninguna de las medidas inflacionarias que se están adoptando logrará superar la enorme crisis financiera del Estado, porque lo que éste “gana” con los tarifazos lo pierde con creces en los des-comunales intereses que debe pagar por su deuda interna y externa, que suben todavía más que las tarifas como consecuencia de la inflación y de la devaluación del austral. Esto quiere decir que ingresamos recién en los primeros tramos del caos económico. A partir de aquí no cuesta nada concluir que asistiremos a una ofensiva sin precedentes contra los trabajadores.

Todas estas circunstancias permiten comprender la descomunal capitulación que significa aceptar la convocatoria de paritarias reglamentadas, con techo salarial y como consecuencia de un decreto que, por sí solo, pone a las paritarias en manos del ejecutivo, no dando libertad de acción a las partes. La burocracia de los 15, Ubaldini y los 25 vuelven a hacer lo que Miguel y compañía hicieron en el 75, pretender detener el ataque mediante un acuerdo con el gobierno. Es indudable que Alfonsín autorizó estas paritarias con la convicción de que podría neutralizarlas hasta el 6 de setiembre y desconocerlas o regimentarlas a su gusto después, es decir, que la CGT ha evitado aprovechar la situación de debilidad del adversario y ha tolerado su maniobra de superar el trago electoral sin conflictos ni lucha. La burocracia ha cometido un verdadero crimen político contra los trabajadores.

Hay, sin embargo, un tercer elemento, fuera del gobierno y de la burocracia, que ha comenzado a perfilarse en la escena nacional con una tendencia similar a la que manifestara durante el rodrigazo original. La victoria de los trabajadores de subterráneos contra la empresa y los chorros de UTA (defendidos por la mafia radical-sindical del “ético” Nosiglia y el inmoral Cavalieri), marca una profundización del movimiento sindical independiente. Otro síntoma de lo que está naciendo es la decisión de la asamblea de Renault de rechazar los “reajustes" propuestos por la patronal y reclamar un aumento masivo de salarios.

El Partido Obrero, cuyos militantes ocuparon las primeras trincheras, en 1975, por las paritarias libres contra el rodrigazo, por la huelga general, hoy llama a los trabajadores a reunirse en asambleas, aprobar los pliegos de reclamos y un plan de lucha, y reclamar a la CGT un paro activo nacional contra el rodrigazo alfonsino-justicialista, por un salario y jubilación mínimos y móviles de ₳ 700.

Y en conformidad con toda esta situación el PO llama a los trabajadores a votar el 6 de setiembre, más que nunca, por las lista combativa y revolucionaria de la vanguardia de la clase obrera: LISTA 14, PARTIDO OBRERO.

Caridi y Alfonsín reivindican a dúo

Cuando el comandante en jefe del ejército, general Caridi, volvió a reclamar a La Nación del domingo 26 la reivindicación de la "guerra antisubversiva", el Partido Obrero señaló de inmediato en un “comunicado de prensa", que detrás de esas declaraciones estaba “la mano del gobierno qué comparten radicales y justicialistas”. Esta cuestión fundamental no la señaló nadie fuera de nuestro partido. El coro democratizante volvió a despotricar contra los militares, incluidos aquellos que "prefieren” a Caridi en lugar de Rico, pero ninguno denunció que ese pronunciamiento tenía su origen en el riñón gubernamental. El acierto del PO no tardó en ponerse de relieve; Alfonsín, primero y Jaunarena. después, saludaron las declaraciones de su hombre en el ejército. El "impedimento moral absoluto" que alguna vez alegó el presidente de la Nación como obstáculo insalvable para una amnistía lisa y llana, ya no parece tan irremovible.

La conclusión principal de todo esto es ver las profundas limitaciones que tiene la consigna de la “subordinación de las fuerzas armadas a la constitución”. Es que esta “subordinación” no significa que las fuerzas armadas dejen de responder a los explotadores, ni que dejen de ser una continuación de la estructura social y política actual del país, o que haya cesado su condición de corporación especial fuera de cualquier clase de control democrático. Los “constitucionalistas" son, entonces, unos perfectos reaccionarios, y su afirmación sobre las fuerzas o clanes rivales en las fuerzas armadas significará también la consolidación del aparato represivo y de la amnistía.