Políticas

26/2/1992|351

El peso por la vía del austral

A pocas semanas de anunciar que la infla­ción de todo el año no superaría el 6%, Cavallo reconoció que la mitad de ese porcentaje se registró solamente en enero. Con el 2% de febre­ro se alcanzará la “meta" de todo el año. Con estos índices y a este ritmo. Argentina “vuelve a perder peso". Sin embargo, es sabido que la ca­restía de los alimentos, remedos y otros produc­tos de consumo popular no fue del 3% sino del 10-20%, pero además, como el gobierno se dis­pone a “garantizar la rentabilidad" de los pró­ximos servidos a privatizarse (gas, electricidad, obras sanitarias) otra oleada de “tarifazos” continuará empujando la inflación, además de un nuevo “ajuste" telefónico, Por otro lado, es inminente la rediscusión de los “acuerdos de precios" que Cavallo firmó con los grandes grupos capitalistas al comienzo de la convertibi­lidad, lo que elevará aún más la carestía

Algunos economistas dicen que el 3% de enero “no es dramático” comparado con la altísima inflación que prevaleció en los últimos años, pero si se recuerda que al lanzar su plan, Cavallo anuncio que los precios retrocederían un 45% —es decir a (os niveles de mayo de 1990—  y que en vez de esta “deflación " se registró una carestía del 25%, la inflación de la "conver­tibilidad'' es del ¡127% en dólares!

Despiste

Cavallo recurrió a interpretaciones de todo tipo para justificar la inflación de enero. Primero dijo que se debió a “factores estacionales”, luego a causas “internacionales”, después a la “insuficiencia de la oferta'’, luego a la “mejora del poder adquisitivo” que habría provocado un incremento de la demanda. Tantas explicaciones revela que el propuesto para el Nobel de Economía no sabe dónde está parado. Por su­puesto el ministro repitió este cuento de la “infla­ción de demanda” para volver a señalar que el aguinaldo produce carestía y que es necesario fraccionarlo. Como los trabajadores serían los culpables de la inflación también alertó contra la “indexación salarial”, insistiendo en que la “sa­lud" de la convertibilidad depende del sufrimien­to de los asalariados.

Cavallo destacó que piensa corregir el “des­borde inflacionario" de enero con medidas “desregulatorias” como la mayor apertura de importaciones (que solo refuerza la perspectiva de déficit comercial) o los subsidios a las expor­taciones (que sólo reducen la recaudación de impuestos), lo cual agravarían el cuadro de la crisis económica y del propio plan.

Lo que obviamente no puede reconocer Cavallo es que su plan es estructuralmente inflacionario, y que por lo tanto no tiene en sus manos ninguna mecida para frenar la suba de precios. La convertibilidad se sostiene en el in­greso de capitales golondrinas que aportan los fondos de inversión internacionales, que vienen hada Latinoamérica para lucrar con la valoriza­ción de las acciones o las propiedades. Esta inflación bursátil e inmobiliaria (200%) —que sostiene el gobierno mediante el endeudamiento externo, el incremento de las reservas en divisas como garantía de los préstamos y la gran emisión monetaria— provoca una inflación generalizada de los demás precios. Por eso cuando Cavallo afirma que no hay razones inflacionarias estruc­turales revela una completa ignorancia en mate­ria económica.

El financiamiento de la especulación bursátil e inmobiliaria y la creación inflacionaria de reser­vas explican la gran emisión de pesos que el ex ministro Alemman interpreta como la causa y no el efecto del actual “rebrote inflacionario”. Cavallo, en cambio, dice que la emisión no le preocupa porque habría logrado superávit en las cuentas públicas y el dinero creado al no desti­narse a solventar el déficit fiscal no generaría inflación.

Simplemente oculta con esta afirmación que el superávit está totalmente dibujado, que el déficit acumulado es creciente y descomunal, y que cuando se agote el refinanciamiento con créditos volverá a tener un impacto inflacionario. Hasta ahora la emisión mensual varias veces superior al incremento de los precios no tuvo un efecto mayor sobre los precios porque es absor­bida por los circuitos especulativos. Una vez saturado este ciclo toda la creación inflacionaria de dinero repercutirá con mayor fuerza en los precios de consumo popular.

En todas las salidas que discuten los econo­mistas de la burguesía para contener el ascenso de precios —y que dividen al propio equipo de Cavallo —el remedio es peor que la enferme­dad Un sector reconoce que no hay forma de parar la inflación y propone convalidarla median­te la devaluación del peso, para salvar a los exportadores de la pérdida que ocasionaría el continuado ascenso de los precios con el dólar fijo. Pero si se devalúa la convertibilidad queda sepultada en la misma tumba que el Austral, y Cavallo se acabó. Otro sector propugna frenar la inflación mediante la venta de dólares acumu­lados en las reservas. Pero esta medida produciría una revalorización del peso, agravando la caída de exportaciones y la perspectiva de déficit comercial, además de re valorizar en forma ficti­cia en dólares las acciones y la propiedad. Final­mente Cavallo es partidario de no hacer nada, pero no porque ese sea el remedio sino porque está parado sobre un barril de pólvora. Las tres alternativas que la burguesía discute trente a la Inflación en curso son tres salidas de crisis, todas ellas inflacionarias.