Políticas
15/10/2025
Kicillof y Taiana homenajearán a Rucci

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José Ignacio Rucci.
Los concejales de Fuerza Patria presentaron en el Concejo Deliberante de La Plata un proyecto de ordenanza para que se le ponga el nombre de José Ignacio Rucci a la calle donde está el edificio de la CGT de La Plata, Berisso y Ensenada. Detrás de esta iniciativa están el intendente kicillofista Julio Alak, de reconocido pasado menemista, y el gobernador Axel Kicillof, que bajó la orden de apurar la votación para que se apruebe la ordenanza antes del lunes 20 de octubre, día en que tiene previsto un acto de campaña electoral con la CGT platense. El "soviético" no quiere ir al acto con la burocracia con las manos vacías y lleva como presente la "reparación histórica" de Rucci.
En los fundamentos del homenaje al exsecretario de la CGT -asesinado por un comando de Montoneros- se lee que José Rucci (furioso antimarxista) "es un emblema del movimiento obrero". No se dice que prometió limpiar los sindicatos y fábricas de los “bichos colorados”, descalificativo que usaba contra la izquierda y el clasismo. Como toda la burocracia sindical peronista, Rucci no se quedó en las palabras, buchoneando y marcando activistas. Las listas negras, los despidos de obreros combativos en contubernio con las patronales, los fraudes, trabas y prohibición de listas opositoras y el matonaje físico fueron la prenda de lealtad de Rucci y de la burocracia de la CGT al Pacto Social de Perón, Gelbard y Rucci.
Kicillof y el primer candidato a diputado nacional Jorge Taiana —preso largos años hasta el fin de la dictadura por su militancia en la JP y Montoneros— llegaron tarde a la reivindicación de José Rucci. El 25 de septiembre pasado, Santiago Cúneo, un facho que llama patriotas a Rico y Seineldín, lanzó su candidatura a diputado en el cementerio de Chacarita con un encendido discurso laudatorio del "hijo de Perón" y "mártir de la clase obrera" en el 52° aniversario de la muerte de Rucci. Otro fervoroso "ruccista" es Sergio Berni, quien se autodefine como un hombre de derecha. El revisionismo burocrático de Kicillof no es de ahora, pero pega un salto con su esmerado despegue de todo pasado izquierdista.
El "Kici" no solo busca aliados para sus aspiraciones presidenciales y liderazgo del PJ, sino que fundamentalmente busca hacer buena letra frente a la burguesía y el imperialismo si llega la hora del recambio. Es de suponer que tanto Kicillof como Walter Correa, de la Corriente Federal de Palazzo y gestor de los contactos con la CGT desde su rol de ministro de Trabajo bonaerense, hayan visto Los traidores, el film de Raymundo Gleyser rodado clandestinamente por el cineasta bajo la dictadura de Lanusse. La película ficcionaliza a un dirigente sindical que, habiendo pasado por la resistencia peronista, se burocratiza y convierte en un traidor a su clase. Las referencias a Rucci en el film son casi explícitas, donde se ve al protagonista rodeado de los culatas de la UOM.
Los traidores, el film de Gleyser —secuestrado y asesinado por la dictadura genocida en mayo del 76'— tuvo una amplia difusión en los sindicatos combativos, universidades y entre las organizaciones de derechos humanos. No se sabe si el candidato Juan Grabois participará del acto del 20/10 en La Plata, pero sí que el "patriagrandista" reivindica la trayectoria política de su padre, exdirigente de la izquierda nacional en los 60', que terminó apoyando a Isabel y López en la misma época en que Néstor y Cristina militaban en “La Lealtad” y se quedaban en Plaza de Mayo vivando a Perón, que acusaba a la JP de "infiltrada marxista".
El revisionismo reaccionario va más allá de la figura de Rucci. Días atrás, el gobernador peronista Gildo Insfrán y el presidente del bloque de senadores, el "cristinista" José Mayans, homenajearon junto a Victoria Villarruel a los soldados muertos en el intento de copamiento de un regimiento catamarqueño por la guerrilla en 1975. El ejército masacró a los militantes montoneros que fueron capturados o se rindieron con vida. Esta provocación está destinada a dar vuelta la página de la amnistía y a blanquear el Operativo Independencia, que militarizó Tucumán, y al Decreto de Aniquilamiento como instrumentos de defensa del gobierno de Isabel agredido por la "subversión".
Estos hitos represivos le abrieron las puertas a la intervención activa de las FFAA, cuyo principal objetivo era aplastar el ascenso obrero expresado en las jornadas revolucionarias y la Huelga General de junio y julio. El golpe genocida tuvo como blanco principal al amplio activismo obrero, clasista y antiburocrático que rompía con el peronismo y giraba hacia la izquierda. Ladinamente, "el viejo adversario" de Perón y líder del radicalismo, Ricardo Balbín, calificaría a este activismo de "guerrilla fabril" para justificar los secuestros, asesinatos de delegados y comisiones internas, y la intervención a los sindicatos clasistas.
No puede soslayarse que Claudia Rucci, hija de José Ignacio Rucci, sea la principal operadora de la "nacionalista" vice de Milei, Victoria Villarruel. Guillermo Moreno, otro peronista de derecha sumado a Fuerza Patria y a la "unidad del peronismo", quiere a Villarruel adentro del peronismo y del “proyecto nacional”. Claudia Rucci es una punta fundamental entre Villarruel —que hizo carrera política como vocera de la libertad de los genocidas presos, el fin de los juicios por lesa humanidad y reivindicando la guerra antisubversiva de las FFAA— y los contactos con Pichetto, los gobernadores peronistas y la burocracia de la CGT. Se supone que Claudia Rucci será parte de los homenajes a su padre en la ciudad de La Plata.
En una apretada síntesis sobre la vida de Rucci, importa señalar algunos hitos que justifican el título de la película de Gleyser y que después se popularizaría en los cantos contra la traidora CGT. Rucci, ya secretario de la CGT, a la que llegó de la mano de Lorenzo Miguel y con chapa de incondicional de Perón, participó del acto de lanzamiento de Concentración Nacional Universitaria (CNU) junto al siniestro profesor Carlos Disandro, su fundador. Disandro era un "teórico" de la tercera posición y la Conspiración Sinárquica Internacional, un antisemita confeso, ultracatólico preconciliar y admirador de un Estado fascista. Décadas antes que Milei, el latinista y helenista Disandro hablaba de la infiltración comunista en el Vaticano y de Juan XXIII como un "papa rojo". Poco después del acto con Rucci, la CNU asesinó a la estudiante de arquitectura Silvia Filler en Mar del Plata.
En su juventud, como militante de la Juventud Sindical fundada por Rucci como grupo de choque contra el clasismo y la izquierda peronista y no peronista, Hugo Moyano tuvo estrechos contactos con la CNU. A esta banda fascista se le atribuyen unos cien asesinatos durante el tercer gobierno de Perón. Con la llegada de Videla y la dictadura, la CNU y el Comando de Organización (CDO) se reciclaron en los grupos de tareas y como servicios del Batallón 601.
José Rucci tuvo un rol destacado en el golpe que "renunció" a Héctor Cámpora después de poco más de un mes de haber asumido como presidente. Rucci agitó la infiltración marxista en el gobierno del Tío para exigir su renuncia. También fue un protagonista de la Masacre de Ezeiza, que dejó un centenar de muertos en las columnas de la JP que habían ido a recibir a Perón, vuelto del exilio madrileño.
El operativo de "seguridad", a cargo de López Rega y Osinde, contó entre sus miembros a la Juventud Sindical del secretario general de la CGT. Entre los denunciados por torturar y tirotear a los manifestantes estuvieron laderos de Rucci que ocuparon el palco del acto, que finalmente no se hizo porque Perón no bajó en Ezeiza. Sus primeras palabras, una vez bajado del avión, fueron para pedir el escarmiento contra los violentos e infiltrados, como llamó a la JP y la Tendencia promontonera. Las víctimas de la masacre pasaron a ser victimarios.
Los Kicillof, Taiana y Cía fundamentan la “reparación histórica” de Rucci y la burocracia sindical en su lealtad. Esto derrumba el relato encubridor de la izquierda peronista y de los Yasky y Cachorro Godoy de los 70, que justificaban el curso derechista del Viejo por el cerco del brujovandorismo (López Rega y Rucci) que “separaba a Perón de su pueblo”.
Una frase atribuida a José Ignacio Rucci retrata el contenido reaccionario de su lealtad cuando dijo que si Perón iba a la izquierda, él iba a la izquierda, y si Perón iba a la derecha, él se iba a la derecha. La vuelta de Perón —llamado por la burguesía para desviar el ascenso revolucionario abierto con el Cordobazo— lo llevó siempre a la derecha acompañado del leal Rucci. En su tercer gobierno, Perón declaró el estado de guerra interno, convocando a comisarios retirados, patotas de la burocracia, a la derecha peronista y lúmpenes a sueldo para formar las 3A. En pocos meses, Perón llevó adelante la reforma del Código Penal que endureció penas y condenas, volteó a los gobernadores afines a la JP, avaló el Navarrazo y congeló las paritarias con el Pacto Social. El Rodrigazo, muerto ya Perón, desató una inflación galopante que desencadenó la Huelga General, que nunca convocó la CGT. El leal Rucci fue un puntal del Pacto Social, comprometiendo a la burocracia en su apoyo. Rucci amenazó con intervenir las organizaciones sindicales que rompieran el Pacto Social. El Smata cordobés, dirigido por René Salamanca, sería víctima de la intervención burocrática.
La “ejecución” de Rucci, dos días después del triunfo electoral de Perón en setiembre del 73, fue una acción de aparato en el marco de la disputa interna por el liderazgo del peronismo. El foquismo no acelera la conciencia política de la clase obrera, sino que la retrasa y desorganiza cuando, además, los explotadores utilizan estas acciones “justicieras” —al margen de las masas— para justificar la represión. La lucha contra la burocracia no progresó por la vía de los atentados de comando, sino recuperando comisiones internas, sindicatos, poniendo en pie los plenarios clasistas y las coordinadoras que fueron protagonistas en junio y julio de 1975.
Mucho se habló de la polémica televisiva entre Rucci y Tosco a principios del 73. El programa Las dos campanas batió récord de audiencia, reflejando el interés que despertó el contrapunto de Rucci con el líder clasista de la seccional cordobesa de Luz y Fuerza y dirigente de la CGT de Córdoba. Agustín Tosco no votó la boleta nacional del Frejuli, pero sí al Frejuli cordobés, en línea con sus acuerdos con los sindicalistas peronistas de la CGT de Córdoba enfrentados a Rucci y al Secretariado Nacional. Tosco rechazó, en las dos elecciones del 73, encabezar una candidatura presidencial de la izquierda y el clasismo “para no romper el campo popular”.
En la polémica, José Ignacio Rucci ratificó la primacía de los “cuerpos orgánicos” de la CGT por encima de las asambleas y la democracia sindical, mientras arengaba que el peronismo había nacionalizado los sindicatos frente a las “ideologías foráneas”. Tosco se declaró socialista y defensor de un sindicalismo basado en la democracia sindical. El dirigente cordobés moriría de cáncer dos años después que Rucci, en la clandestinidad, obligado por las amenazas y sentencias de muerte de las 3A y la represión del gobierno de Isabel. Su funeral, en las duras condiciones represivas de fines del 75', fue acompañado por una multitud.
De Rucci nos queda el film de Raymundo Gleyser Los traidores.
