Políticas

14/5/2025

La complicidad del Estado argentino con los nazis

Acerca del descubrimiento de documentos vinculados al nazismo en el subsuelo del Palacio de Tribunales de Buenos Aires.

Acto nazi en el Luna Park (1938).

El descubrimiento de documentos vinculados al nazismo en el subsuelo del Palacio de Tribunales de Buenos Aires causó un importante revuelo en Argentina y en el mundo. Es que se pusieron de manifiesto los vínculos de la burguesía argentina y sus partidos políticos con el régimen fascista del Tercer Reich, en una trama oscura que incluye la protección de jerarcas nazis en el país y negocios turbios con empresas y banqueros.

El material, que llegó a Argentina en junio de 1941 a través de un barco japonés, fue hallado durante las obras para construir el Museo de la Corte Suprema de Justicia. Entre los documentos encontrados hay centenares de carnés del partido nazi en Argentina –que llegó a contar con unos 12 mil afiliados–, pasaportes, libretas de afiliación a la Unión Alemana de Gremios, algunos con lo que parecería ser la firma de Hitler, y material de propaganda nazi.

En su momento, el gobierno radical de Roberto Marcelino Ortiz rechazó el secuestro de los documentos, ordenado por una comisión legislativa que fue disuelta en junio de 1943 por los militares del fascistoide Grupo de Oficiales Unidos (GOU), quienes llegaron al poder tras el golpe de Estado que derrocó a Ramón Castillo, el último presidente de la llamada Década Infame.

Uno de los líderes del GOU era Juan Domingo Perón. Fue el gobierno de Pedro Pablo Ramírez, sucedido luego por Edelmiro Farrell, el que ordenó cerrar la comisión. Dicha comisión había descubierto una delegación de la Gestapo –la policía secreta de la Alemania nazi– en Argentina.

La presencia de nazis en Argentina fue facilitada en los años 30 por los dictadores de la Década Infame, José Félix Uriburu (1930-1932) y Agustín P. Justo (1932-1938). El mencionado Marcelino Ortiz, por su parte, prohibió la entrada al país de judíos que huían de la barbarie fascista (Infobae, 30/4). El Luna Park fue, en 1938, el escenario de un masivo acto adornado con esvásticas en el que se pronunciaron discursos pro Hitler.

Terminada la denominada "Revolución del 43", bajo la presidencia de Perón se permitió el ingreso al país de cientos de criminales de guerra alemanes, croatas y franceses, según la Comisión para el Esclarecimiento de Actividades Nazis en Argentina. Incluso se facilitó la entrada de funcionarios de alto rango. En 1948 llegó Walter Kutschmann, un jerarca de las SS –organización paramilitar y policial nazi– que también participó en la Guerra Civil Española del lado de Francisco Franco.

Un año después, Josef Mengele, conocido como "El Ángel de la Muerte", arribó al puerto de Buenos Aires y permaneció en el país bajo un nombre falso durante décadas. Fue responsable de la muerte de miles de personas: realizaba experimentos con prisioneros judíos que luego eran asesinados en cámaras de gas, inyectaba fenol a sus víctimas y lanzaba bebés al fuego frente a sus madres.

Otros jerarcas nazis, como el capitán de las SS Erich Priebke –responsable de la masacre de las Fosas Ardeatinas en Italia–, vivieron en la Patagonia muchas décadas, incluso tras el retorno de la democracia. Priebke fue extraditado en 1994 a Roma, donde fue condenado a cadena perpetua.

En 1950 llegó Adolf Eichmann, uno de los principales organizadores del Holocausto y la llamada solución final –que consistía en el intenro de exterminar definitivamente al pueblo judío en las cámaras de gas. Su caso dio la vuelta al mundo cuando fue capturado por el Mossad tras un juicio que tuvo repercusión internacional.

Ricardo Klement, seudónimo de Eichmann.

Al momento de su secuestro, Eichmann trabajaba bajo el seudónimo de Ricardo Klement en la fábrica de Mercedes Benz, la multinacional alemana cuyos vehículos de lujo eran usados por jerarcas hitleristas y que fabricó vehículos para la Wehrmacht utilizando trabajo forzado de prisioneros judíos en campos de concentración.

Gaby Weber, doctorada por la Universidad de Berlín, publicó libros que demuestran los vínculos entre Mercedes Benz, los nazis y Perón, señalando que la filial argentina de la empresa se fundó con dinero nazi a través del empresario Jorge Antonio. También denunció que, durante la dictadura de Videla, funcionaba en su planta un centro clandestino de detención y tortura de delegados y activistas.

De hecho, también se investiga cómo operó en el país la "ruta de las ratas", las redes de finanzas utilizadas por criminales de guerra. Al estallar la Segunda Guerra Mundial, el régimen de Hitler no pudo cambiar marcos alemanes por dólares, pero encontró en Argentina una plataforma para obtenerlos y enviarlos a Europa a través del banco mencionado.

Según el Centro Simon Wiesenthal, un pequeño pero evidentemente poderoso grupo de afiliados tenía para ello cuentas en uno de los bancos más grandes del mundo: “fueron esos dólares los que sirvieron de capital inicial al Credit Suisse, heredero del banco Schweizerische Kreditanstalt tras el fin de la guerra”.

Todavía queda mucho por saber: qué pasó con la plata y las inversiones, y qué revelan los archivos pendientes de desclasificación. Es evidente que el grueso de los archivos no han sido desclasificados porque involucran a importantes capitalistas y a los principales partidos del poder.

Hoy, Milei mantuvo al nazi Rodolfo Barra al frente de la Procuraduría del Tesoro y promueve un discurso fascista contra la izquierda y los trabajadores. Algo sobre lo que calla la dirección sionista de la Daia, mientras se dedica a tratar de censurar a quienes denuncian el genocidio contra el pueblo palestino. Los únicos que lucharon, luchan y lucharán contra los fascistas son los trabajadores y la izquierda.

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