El “sueldo” de Cavallo
Reflexiones acerca de un “ñoqui privado”
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Se han dicho y escrito muchas cosas acerca del salario que Cavallo cree necesario para sufragar los “gastos” de su familia y sobre el origen de ese dinero, pero naturalmente no se ha dicho lo principal.
El ministro de Economía evaluó sus “necesidades" en 10.000 dólares al mes, aunque según la descripción que hizo de sus gastos el monto ascendería a 18.000 mensuales. Esto permite suponer que Cavallo no ha dicho toda la verdad sobre su salario real. De cualquier manera, los 18.000 dólares mensuales solo contemplarían su sueldo corriente, no así el dinero que necesitaría “ahorrar" para poder seguir “gastando” por esa suma cuando le toque jubilarse. Es obvio para cualquiera que Cavallo no tiene la intención de retirarse del servicio activo por el equivalente al 30% del salario al momento de su cese laboral, como ocurre con la inmensa mayoría de los jubilados, ni tampoco por el 82%. Para mantener una jubilación igual al salario actual, Cavallo debería “ahorrar" un 30% de ese salario de 18.000 dólares, lo que significa que no podría ganar hoy, menos de dólares mensuales.
El problema es que, al menos de acuerdo al escalafón y al presupuesto nacional, ningún funcionario podría ganar esa suma, ni siquiera la cuarta parte, aunque ahora sabemos, gracias a Cavallo, que son muchísimos los funcionarios (ministros, gobernadores y vices, presidentes y directores de organismos del Estado, intendentes y concejales, y una infinidad de otras categorías burocráticas) que como Cavallo “necesitan" entre 10.000 y 20.000 dólares por mes.
Como Cavallo lo “aclaró" ante el periodismo, la diferencia entre lo que el Estado le paga y lo que él gasta lo cubre la Fundación Mediterránea, una institución bancada por trescientos pulpos capitalistas. Cavallo recibe su salario de la Fundación en concepto de “licencia con goce de sueldo"—un rubro desconocido hasta ahora, que convierte al ministro en un “ñoqui privado". Dado que la situación de otros
miles de funcionarios es similar a la de Cavallo, la conclusión es que el aparato del Estado está en manos de una masa de "ñoquis privados" Este "ñoqui privado" no tiene siquiera el atenuante de que su sostenimiento correría por cuenta de (os “bolsillos privados” (y no por cuenta del contribuyente, como ocurriría con el “ñoqui público'), porque como cualquiera se lo puede imaginar los pulpos privados solventan sus “ñoquis" aumentando los precios, es decir, que cobran, a su manera, un impuesto forzoso sobre la ciudadanía, lo cual es manifiestamente ilegal. Pero el “ñoqui privado" representa una carga mucho mayor aún, esto porque la función de estos “ñoquis" es permitir la suerte de negociados que, como los contratos de la Municipalidad de Buenos Aires o los de los “peajes”, y en general las “privatizaciones", han llevado a la ruina a los erarios públicos y han servido para acumular deudas e hipotecas públicas que han llevado a la ruina a la población.
La “confesión" de Cavallo no sólo nos ha revelado la emergencia de un nuevo tipo dentro de la variada tipología nacional, la del “ñoqui privado”, sino algo incluso más interesante, si esto fuera posible todavía: la causa del elevado “costo argentino”. Porque es evidente para cualquiera que el endeudamiento del Estado y el consiguiente endeudamiento del país ha sido originado por los “ñoquis”, que, ahora sabemos, no son “públicos" sino “privados". ¡Todo el equipo económico pertenece a la Fundación Mediterránea, es decir, esta solventado por ella! Está claro, entonces, que si el futuro de la Nación depende de la reducción del llamado “costo argentino”, lo primero que se debe hacer es suprimir a los “ñoquis privados” es decir a los Cavallo y los otros de su especie.
Su condición de “ñoqui privado" ya le ha valido al ministro la apertura de un proceso judicial por cohecho, ya que un funcionario público no debería estar al servicio de intereses privados y menos todavía recibir dinero de esos grupos. Pero en la situación de Cavallo está la propia burocracia, incluido el propio poder judicial que debería juzgarlo, ya que no cabe suponer que un juez de la Nación tenga “necesidades" inferiores a las proclamadas por el ministro. El tema no tiene entonces solución judicial, solo puede tenerla política, es decir, sustituyendo a los funcionarios que representan al monopolio capitalista y aboliendo los monopolios capitalistas que necesariamente imponen a sus funcionarios.
Pocos han preparado a su vez, en otra implicancia del sueldo “privado” de Cavallo. Como todo el mundo sabe el ministro tiene ambiciones presidenciales que en nada harán disminuir sus “necesidades” de gastos mensuales. Un Cavallo presidente debería ganar los 23.000 dólares que contribuye a reunir la Fundación Mediterránea. A nadie se le puede ocurrir que Menem por ejemplo, necesita menos, cuando incluso tiene que solventar a una esposa divorciada, a una hija convertida en “primera damita” y a un hijo que eligió el caro deporte del automovilismo. Es decir que las Fundaciones como la Mediterránea tienen una enorme carga que solventar. De acuerdo a los dichos de Cavallo, entonces, la presidencia de la Republica es un puesto cautivo de las fundaciones capitalistas. ¿Y no es esta “la verdadera verdad” del Estado burgués? ¿No queda claro que la “democracia” es una patraña o, mejor, que solo se aproximara a su concepto de gobierno de mayorías cuando los trabajadores tomen el poder? El hombre que, según el justicialista correntino Julio Romero, habría ganado su banca de diputado nacional por Córdoba gracias a la contribución de un millón de dólares de la misma Fundación Mediterránea, ha contribuido con sus declaraciones, claro que a pesar suyo, a esclarecer la naturaleza del Estado que nos somete.
El parasitismo capitalista; este es el “costo argentino”, como lo es por otra parte el norteamericano, francés y ruso. “Ñoquis”, corruptela, armamentismo, especulación, despilfarro – al servicio de estos “valores” está la superexplotación capitalista. El sistema del “ñoqui” privado constituye, por lejos, un sistema mucho más refinado y pérfido de privilegios que el instaurado por la burocracia rusa con sus “tiendas especiales”, “playas especiales” y “transportes especiales”. Pero es en esencia lo mismo.