Sociedad

15/3/2023

Superinflación en alimentos, el retrato de un régimen hambreador

Un panorama del drama que destruye los ingresos populares.

Los alimentos lideraron la inflación de febrero.

La disparada en el precio de los alimentos es el ejemplo más nítido de que las consecuencias de la sequía las pagamos los trabajadores. Según el Indec, la inflación de febrero en este rubro trepó al 9,8% alzándose al 10,2% en el Amba y al 10,6% en la Región de Cuyo y en el NOA. Todas cifras que superan el índice general del mes.

Esto afecta particularmente a los más pobres, quienes destinan la mayor parte de sus ingresos en comprar alimentos, y, aún así, deben saltearse comidas. Un relevamiento realizado por el Departamento de Estadísticas y Tendencias del Centro de Almaceneros, y Comerciantes Minoristas de la Provincia de Córdoba, sobre la base de encuestar a 4.800 familias de todo el país entre septiembre y octubre 2022, arrojó que los hogares más empobrecidos gastan casi el 70% de sus ingresos en comida, sin embargo, solo el 14% de los adultos cena y el 82% no desayuna.

Una realidad descarnada que no hará más que agravarse teniendo en cuenta los datos de inflación en alimentos de febrero. Los que más aumentaron en el mes fueron la naranja (72,4%), la carne picada común (35%), el cuadril (34,3%), la paleta (33,5%), la nalga (32,8%), el arroz (14,6%), los huevos (13,2%), la batata (13%), el queso cremoso (9,9%), el yogur firme (9,9%) y la harina de trigo (7,6%).

Sequía y suba de alimentos

Lo ocurrido con la naranja y la batata obedece a motivos estacionales, ya que pertenecen al grupo de frutas y hortalizas que se cosecha en otoño/invierno. Ahora bien, la sequía que azota al país explica en gran medida el resto de los aumentos, ya que impacta en la oferta de los productos mencionados, encumbrando sus precios. La falta de lluvias, sumado a las altas temperaturas y los incendios en el litoral generaron que la producción de arroz cayera 16% interanual en 2022. A su vez, hasta enero se habían perdido 5,1 millones de toneladas de trigo a causa de la sequía.

Debido a la crisis hídrica, además, se espera la peor cosecha de maíz de los últimos 5 años, por lo que los precios del cereal se dispararon un 150% interanual. Esto, sumado a que el dólar soja encareció el poroto en el mercado interno, ocasionaron un salto en los precios del alimento del ganado, que incide en la suba de la carne bovina, de los huevos y los lácteos. También la ola de calor produce gran mortandad de gallinas ponedoras (que se agravará con la Gripe Aviar), haciendo que la oferta de huevos se desplome y aumenten los precios del maple.

Por otra parte, en el caso del ganado vacuno, la sequía generó, en un primer momento, que los empresarios ganaderos buscaran reducir su stock sacrificando animales. Esto provocó un mayor ritmo de la faena, incrementando la oferta en Hacienda y desacelerando momentáneamente el aumento de la carne en el mostrador durante 2022. Sin embargo, esa reducción de stock llegó a su fin, y ahora nos encontramos con el efecto inverso: la oferta de ganado de a pie disminuye y se encarecen los cortes.

El peronismo hambrea al pueblo pero es generoso con el capital agrario

El gobierno, en lugar de paliar los perjuicios que acarrea la sequía para los sectores populares, reduce su poder de compra en medio de la suba de alimentos, condenando a nuevas capas de la población a la indigencia. En primer lugar, promueve un techo salarial del 60% para todo el año cuando la inflación proyectada ronda el 100%. A su vez, ajusta el gasto público para complacer al FMI, hambreando a los más vulnerables: en enero, lo devengado en jubilaciones retrocedió 0,4% interanual en términos reales, la caída fue del 26,8% en el caso de las asignaciones familiares y del 1,5% en las políticas alimentarias, según el informe de la Oficina de Presupuesto del Congreso. En dos meses, la inflación acumulada en alimentos (17,2%) se devoró el aumento que cobraron los jubilados recién en marzo.

En ese sentido, Tolosa Paz, al frente de Desarrollo Social, recortó 100 mil Potenciar Trabajo, golpeando despiadadamente a los que menos tienen. El mismo gobierno que retacea la entrega de alimentos para los comedores populares y congela el monto del Programa Alimentar, cuyo monto máximo solo alcanza para cubrir el 34,7% de la canasta alimentaria de enero. Incluso, echa leña al fuego a la inflación en alimentos estableciendo un cronograma de subas en el combustible que encarecen el transporte.

Por otra parte, perpetúa el cobro del IVA del 21%  sobre alimentos de primera necesidad. Este impuesto regresivo es la principal fuente de recaudación del Estado, revelando que la presión fiscal del país recae sobre las espaldas de los trabajadores; y, además, que el gobierno se beneficia de la estampida inflacionaria porque esta hace crecer los ingresos tributarios a costa de confiscar a las mayorías, y así acercarse a las metas fiscales del FMI. Como vemos, la inflación es una transferencia de recursos desde el bolsillo popular al del Estado y las patronales.

Al oficialismo solo le preocupa amortiguar los efectos de la sequía sobre el capital agrario, lanzando líneas de crédito, subsidios y beneficios cambiarios. Los productores ganaderos, por ejemplo, podrán acceder a subsidios por hasta el 40% del alimento necesario para la terminación de los animales en feedlot. Los bodegueros, por su parte, gozarán de un tipo de cambio preferencial a la hora de liquidar exportaciones. A su vez, se está discutiendo el lanzamiento de un nuevo dólar soja, lo cual ejercerá aún más presión sobre los precios de los alimentos.

Concentración empresaria y especulación

De todas maneras, la causa de la suba de alimentos no se agota en el problema de la sequía. En el caso de la carne, la menor oferta en el mercado Hacienda -que atiza los precios- también se debió a un mayor nivel de exportaciones, puesto que aumentó la demanda de China a comienzos del 2023 (que venía en caída producto del Covid). A su turno, prima la concentración en toda la cadena cárnica, lo que favorece las remarcaciones: un tercio de la faena recae en apenas diez grupos frigoríficos, el 5% de los establecimientos ganaderos abarca el 40% de la cría y el engorde y el 6% de las empresas exportadoras concentra casi 60% de las ventas externas, según el Centro de Economía Política Argentina (Cepa).

Los aumentos en los productos derivados de la leche también son consecuencia de que la industria láctea está fuertemente concentrada: el 90% de las ventas de leche fluida en el país se encuentra en manos de la firma Mastellone. El consumo local de lácteos per cápita cayó 0,5% interanual en 2022, mientras las exportaciones del sector crecieron un 4,4% en el mismo período, según el Observatorio de la Cadena Láctea Argentina (Ocla).

A su turno, el alza del trigo, el maíz y la soja también responde a que los monopolios agrarios que dominan el comercio exterior local se han encargado de trasladar los precios internacionales récord de los granos al mercado interno. Por otra parte, que las temperaturas extremas condicionen de tal forma la oferta de huevos, es a causa de la poca tecnificación que caracteriza a las explotaciones ovícolas -mayormente a cargo de pequeños productores-, abandonadas a su suerte debido a la preeminencia del agronegocio.

El gobierno sostiene esta situación en la medida que se niega a abrir los libros de la cadena comercial, a fin de evaluar los costos reales, preserva el control privado del comercio exterior del país y convalida la extensión de la frontera agrícola en beneficio de los terratenientes y los pooles de siembra. Como contrapartida, monta la pantomima de Precios Justos, que ya ha demostrado su fracaso con el incumplimiento detectado de casi 60% en los supermercados del Amba, durante enero y febrero, y la inexistencia de dicho programa en los comercios de cercanía.

Con la democracia capitalista no se come

Los sucesivos gobiernos, porque defienden a los poderosos son incapaces de garantizar el “pan de cada boca”. Por eso hay que salir a luchar por el plato de comida diario, como lo hacen las y los compañeros de la Unidad Piquetera cuando ganan las calles o cuando se ponen al frente de los comedores barriales y deben soportar las injurias de funcionarios que tienen la panza muy llena de tanto robarle al pueblo.

Necesitamos quebrar el ajuste del FMI y pelear por un salario igual a la canasta familiar, trabajo genuino y aumentos salariales indexados a la inflación para recomponer el poder adquisitivo de la población trabajadora. Al mismo tiempo, la producción de alimentos debe estar planificada en base a las necesidades sociales, y, para eso, es preciso abrir los libros de las empresas de la alimentación y nacionalizar bajo control obrero el comercio exterior y la tierra. Un programa opuesto al rumbo de hambre al que nos someten los políticos capitalistas.